domingo, 18 de octubre de 2015

La seguridad económica tiene el corazón de plástico

A él le interesaba el artículo siguiente, pero puesto que en el fondo sólo se trata de hacer tiempo hasta que le toque entrar a clase, se detuvo ante el fluorescente cuadro estadístico de las páginas anteriores. Allí, en la columna del costado, se informa que “hay una prestigiosa nueva clase media latinoamericana que en su mayoría es urbana y posee todos los atributos de tranquilidad frente a los vaivenes y barquinazos de las economías nacionales”. Tal la conclusión.

La selección de párrafos del documento elaborado por el Banco Mundial para América Latina anuncia que han cambiado las categorías para medir la pobreza, según lee como puede en la borrosa fotocopia que le pasó el colega de Historia. Acerca de la metodología empleada el escrito afirma que para las mediciones “se propone una nueva definición de la clase media basada en la seguridad económica, que se aplica a la mayoría de países de la región”.


Los percentiles del nivel de ingreso, o la obtención de una vivienda adecuada con la posibilidad de acceder a servicios esenciales sirven como referencia, pero lo principal es la clasificación de la población en función de un nuevo y ambiguo concepto: la seguridad económica, que vendría a ser algo así como el sentimiento que se tiene de que es baja la probabilidad de volver a caer en la pobreza.


Se ríe, guarda el escrito arrugado en la carpeta negra porque ya se va haciendo la hora, mientras hurga en su corazón para saber cuán seguro económicamente se siente hoy en día. El ensayo siguiente, el que leerá hoy por la noche, sostiene que el supuesto ascenso social, la moda de los muchos que han “subido” a la clase media,  se explica y restringe por el crédito que facilitan las tarjetas de crédito y débito, que a través de un endeudamiento masivo permiten las ensoñaciones del consumo, pero por un ratito nomás.


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