jueves, 9 de abril de 2020

La educación virtual no asegura la continuidad pedagógica


En los últimos días, siguiendo el correlato de la obligación de continuar la tarea pedagógica de manera virtual, han llegado a varias escuelas de las distintas Áreas del Nivel Medio, diferentes tipos de requerimientos y exigencias de “evaluación” de ese trabajo remoto que cada docente intenta llevar a cabo dificultosamente con resultados muy dispares.

A su vez, se exige a lxs docentes que utilicen una u otra plataforma virtual, sin haber tenido ningún tipo de capacitación previa, pretendiendo así “asegurar la continuidad pedagógica”, según las comunicaciones oficiales que han llegado de parte de algunas supervisiones del Área de Educación Media.

En primer lugar, es necesario describir por qué se hace absolutamente inviable cumplir con dichos requerimientos.

Muchxs docentes estamos cumpliendo con el aislamiento social preventivo y obligatorio teniendo, a la vez, que atender a nuestrxs hijxs, sin los recursos tecnólogicos adecuados y con una sobrecarga de trabajo aún mayor que en los tiempos normales. Además de planificar y armar clases, tenemos que encontrar la manera de comunicarnos con nuestrxs alumnxs y sus familias para que les lleguen las actividades y dedicar varias horas a corregir y a realizar devoluciones individualmente. Al mismo tiempo, nos encontramos con la multiplicidad de realidades, conflictos y complejidades de todo tipo que atraviesan las familias de nuestrxs alumnxs: problemas de vivienda, falta de recursos y espacios y un sinfín de cuestiones que hace imposible “asegurar la continuidad pedagógica”.

Es necesario remarcar, que en el nivel medio apenas pudimos conocer a nuestrxs alumnxs, ya que tuvimos solo una semana de clase. Y es sabido que, en el primer mes del año lectivo, lxs docentes debemos realizar un diagnóstico de nuestros cursos para así poder armar la planificación anual y diseñar las estrategias de evaluación pertinentes.

¿Cómo pretenden el Ministerio, las Direcciones de Área y algunas Supervisiones demasiado obedientes que “evaluemos” a personas que no conocemos?, ¿Cómo pretenden que, como se nos pide en el Área de Artística, describamos cuántos alumnxs respondieron, cuántos aprobaron, cuántos no respondieron y los motivos de la falta de respuesta? ¿Cómo pretenden, nuevamente, que “aprobemos” o “no aprobemos” a estudiantes con los que no hemos podido tener ningún tipo de intercambio presencial, de los cuales desconocemos sus saberes previos, sus intereses, sus trayectos, frente a los cuales no hemos podido desarrollar ni exponer ningún contenido más que a través de una pantalla, si es que los estudiantes la tienen?

Coincidimos en la necesidad de buscar la forma de garantizar cierta continuidad en el proceso de aprendizaje de nuestrxs estudiantes, no desechamos las herramientas que ofrece la tecnología en lo que refiere al envío de materiales de lectura, de actividades y otros recursos. Pero consideramos que, parte del proceso de enseñanza-aprendizaje que se da en la escuela pública incluye la construcción de vínculos, la contención por parte del docente a sus estudiantes para que las problemáticas que cada estudiante puede tener no obture su derecho a la educación y el acceso a herramientas que solo la escuela pública puede dar.

Por eso, rechazamos las “Instrucciones” enviadas a los supervisores y directivos de parte de la Dirección de Educación Técnica que pretende evaluar a la docencia en su desarrollo de las tareas durante esta etapa como si fuera un contexto absolutamente normal. Lo mismo emana de otras direcciones que en lugar de ocuparse de las necesidades de les estudiantes se enfocan en mecanismos burocráticos de control de la docencia. Entendemos que no hay condiciones para cumplir con la confección de los informes que las supervisiones exigen y, mucho menos, hacer un “como sí” de evaluación ignorando la absoluta excepcionalidad del período que estamos atravesando y las dificultades materiales y sociales que atraviesan las familias de la comunidad escolar en un país donde más de la mitad de la población de entre 0 y 14 años -52,3%- es considerada pobre, y el 13,6% no tiene sus gastos alimentarios cubiertos.



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