jueves, 23 de noviembre de 2017

El pinchazo

En concreto, y más allá de las bien legítimas protestas sindicales y políticas, desde un punto de vista más estrictamente pedagógico, ¿sirven para algo las evaluaciones del operativo “Aprender”? La respuesta casi automática que ronda las cabezas y salta de sus lenguas es NO.

Basta para confirmar la aseveración espontánea la precariedad del diseño de las lecturas y consignas que, en todo caso y quizás demagógicamente, apuntan ya no a un piso mínimo sino al segundo subsuelo. ¿Qué otra cosa significa enfrentar a un micro cuento de Stephen King cuyo protagonista es un robot asesino y no tildar que se trata de “ciencia ficción”? En fin.

Constataciones excesivamente elementales como ésta se suceden tanto para la comprensión de textos como en lo que respecta al cálculo.

Pero el dato central es la incomodidad de los estudiantes que no saben muy bien por qué y para qué deben contestar lo que están contestando; los docentes que deben acompañar callados en el curso, y hasta los evaluadores oficiales que cruzan la mirada con los profesores con cara de “yo ya sé que esto es una boludez, pero no jodas y déjame ganar el mango, total nos vamos rapidito…”. También de los directivos que, aunque con gesto más serio, como era de esperar, café de por medio confiesan que “es un rato, nada más”, y que “debemos cumplir, qué le vas a hacer”.

Los unos sospechan de lo que sospechan los otros sobre los unos. Actores de un culebrón sin entusiasmo ni pasiones sobreactuadas, todos razonan que es más o menos como el pinchazo de la vacuna, más vale que pase rápido.


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