domingo, 12 de noviembre de 2017

Culo o suerte

Ni bien le dieron la voz de alerta, él buscó informarse de la mejor manera posible siguiendo aquellas pocas puntas que tenía al alcance. “Total, no se pierde para nada”, reflexionó como para consolarse de antemano. En el fondo, la esperanza ya había germinado.

En algún trámite de información se le fue media mañana, pero una semana de investigación le permitió dar un poco de carnadura a los dichos de su tía, la maestra.

Fue en su último cumpleaños. La mujer le dio un beso de felicitación, después lo miró a los ojos y le acercó el mejor regalo. Le dijo que su viejo no tenía razón, que contra la fatalidad hay que combatir a diario; y que sí, que si se lo proponía podía seguir una carrera universitaria. Que se dejara de hinchar con el lamento por la plata y se pusiera a averiguar sobre los sistemas de becas hasta encontrar alguna que pudiera pelear.

Así lo hizo y la verdad que cada día empezó a sentirse mejor, más armado, cerca. Hasta esta tarde en que, unas horas después del discurso del presidente Mauricio Macri, se arrimó al debate que a la entrada de la facultad se desarrollaba en un grupo de estudiantes. Entonces por primera vez se anotició de algunos números. Se enteró de que diversos organismos nacionales otorgan en total diecinueve mil becas, apenas el uno por ciento de una población de 1.600.000 cursantes; y que, por otra parte, el boleto educativo no ha sido universalizado para el conjunto de los alumnos y docentes de todo el país.

Ahora sí, con esas cifras que encima se pretenden achicar conseguir una beca nada tiene que ver con los promedios, la necesidad o el empeño. He quedado en manos de la forma más grosera del azar, piensa. “Culo o suerte”, como decía su abuela cuando le enseñó a lanzar la taba.


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