viernes, 27 de octubre de 2017

Colaboracionista

Entonces, cuando el colectivo frena para darle la vuelta al Parque Chacabuco, es cuando mira la hoja de papel que sale arrugada de su bolsillo y nota que hay una única frase que se le ocurrió subrayar. Dice: “No te anotes como aplicador. Los directivos de tu escuela no pueden obligarte. No convalides la trampa de esta evaluación”.

La charla compartida con los delegados en la sala de profesores fue de gran impacto para la joven docente y el volante que lleva consigo de alguna manera es su resumen y testimonio. Decidido así, entre muchos, de pronto se sintió capaz de hacer las cosas que sola jamás se habría animado.

Las razones sobran y son fuertes. ¿Quién puede dudar de que el gobierno utiliza el “Operativo Aprender 2017” para impulsar recortes y ajustes? O que lo que se pretende es terminar echándole la culpa a los maestros y estudiantes de la catarata de los males de la educación.

Pero ella es joven, más bien corta de carácter como siempre le ha dicho su padre y, por sobre todo, acaba de irse a vivir sola y la plata le alcanza justo para pagar el alquiler y las expensas. Perder un trabajo significaría una catástrofe personal. Y encima, ayer nomás, sin mayor especificación, el director le tiró que por ahí la iban a necesitar, que después charlaban…

Cómo, cuándo, se ira sabiendo con el correr de los días que ya no sobran, pero está segura de que finalmente va a decir que no. Después de la discusión con sus colegas aceptar ser un “aplicador” le suena a convertirse -como soñó ayer mismo- en uno de esos colaboracionistas franceses que señalan con el dedo y entregan al ejército nazi a quienes se van a pudrir en un campo de concentración.


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