miércoles, 12 de agosto de 2015

El regreso de la enseñanza religiosa (ya rige el 'kódigo civil' de la entrega y el integrismo medieval)

(Por Miguel Bonasso. Sinpermiso, Barcelona, domingo 9 de agosto de 2015)- (...) La ley 1420, que estableció en 1884 “la educación pública, obligatoria, gratuita y laica”, es la ley que hizo de la Argentina un país avanzado, con un notable desarrollo urbano y una clase media sin equivalente en toda América Latina.

Varias veces la jerarquía católica intentó suprimir el carácter laico de la norma, recurriendo con el poder de turno a toda clase de subterfugios. En el 2006, por ejemplo, al discutir la nueva ley de educación no se ratificó el carácter laico que establecía el artículo octavo. Este olvido tan significativo permitió que el gobierno feudal de Salta se amparase en la nueva ley para restablecer la enseñanza católica en las escuelas públicas.


Un retroceso que va de la mano con otros índices sociales y económicos que sindican al gobierno del oficialista Juan Manuel Urtubey, como uno de los más retrógrados del territorio nacional. Líderes en femicidios y atropellos de género, también encabezan el campeonato de violadores de la ley de bosques. Desde que la norma de mi autoría fue sancionada en noviembre de 2007 hasta mayo de 2014, en que se produjo un esclarecedor informe de la Auditoría General de la Nación, se desmontaron en la provincia salteña más de 400 mil hectáreas. Ciento veinte mil en zonas expresamente protegidas donde están absolutamente prohibidos los desmontes. Ecocidio se llama eso.

Pero la destrucción de los bosques nativos no preocupó a Juan Manuel Urtubey, ni a su hermano Rodolfo que, casualmente, se dedican al negocio del desmonte y a perfumar con incienso clerical las aulas que los legisladores del siglo XIX soñaron laicas. Rodolfo Urtubey es diputado y no por casualidad preside la Comisión Bicameral de Digesto Jurídico, que está encargada de eliminar antiguas normas presuntamente superadas por otras más modernas. Esta Comisión ya derogó la ley de educación de 1884, llevándose puesto al artículo 8º. Hasta el momento de escribir estas líneas solamente el diputado radical (y ex fiscal) Manuel Garrido -miembro de la Bicameral- había protestado por la mutilación de la norma.

Pronto veremos qué ocurre y cuál fue la directiva de CFK, que va por su sexto encuentro con el Papa y ya le advirtió a fieles seguidoras como la diputada Juliana Di Tullio, jefa del bloque oficialista, que se olviden -entre otras cosas- de una ley favorable al aborto.

A fines de los cincuenta, Arturo Frondizi, otro político “pragmático”, concluyó como el Quijote: “con la Iglesia hemos topado, Sancho” y propuso reemplazar la educación laica por la que llamaban -de manera hipócrita- “educación libre”, para no calificarla directamente como educación religiosa.
El desmadre que se armó fue colosal. Hubo batallas campales entre los que defendíamos la “laica” y los de la “libre”, que en cierto modo anticiparon las luchas que conducirían al Cordobazo a fines de los sesenta.

No es probable que en esta sociedad actual, aplanada por la anomia y dividida por antinomias sin vuelo histórico -como la famosa “grieta”- vuelva a repetirse aquella contradicción explosiva de fines de los cincuenta, absolutamente basada en los principios y no en mezquinos intereses de una política parroquial. Nadie, hoy, parecería inclinado a jugarse el todo por el todo por la “libre” o la “laica” y, sin embargo, si se llegara a consagrar una ley de educación sin ese maravilloso artículo 8, la República habría retrocedido hasta quedar a la derecha de Julio Argentino Roca, que promulgó la famosa ley 1420 en 1884. (...)

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