miércoles, 10 de abril de 2024

La escuela y nuestro corazón tienen memoria

En tiempos duros donde la oscuridad y el negacionismo se quieren apropiar del presente somos muchos los que decimos Nunca mas. Ese es un compromiso que tenemos con la escuela, con las infancias, y con nuestra sociedad.

¿Por qué la escuela insiste en hacer memoria sobre los hechos ocurridos durante el Terrorismo de Estado?

En primer lugar porque es ley. En agosto de 2002 la ley 25.633 instituye el 24 de marzo como Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia en conmemoración de quienes resultaron víctimas del Terrorismo de Estado.

En su artículo 2 expresa que el Ministerio de Educación de la Nación y las autoridades educativas deben acordar jornadas alusivas al Día Nacional, que consoliden la memoria colectiva de la sociedad, generen sentimientos opuestos a todo tipo de autoritarismo y auspicien la defensa permanente del Estado de Derecho y la plena vigencia de los Derechos Humanos.

En segundo lugar, insistimos con la memoria, porque es nuestro compromiso con la democracia. Hoy , en tiempos de discursos de odio y de ataque a nuestros derechos la escuela insiste en hacer memoria porque es así como podemos reconocer el camino recorrido, saber de dónde venimos y lo que nos costó construir esta democracia pequeñita pero valiosa. Para ello las madres y las abuelas de Plaza de Mayo son un faro. Porque desde su incansable andar por la justicia nos mostraron la fuerza de la construcción colectiva y la insistencia de decir lo que es necesario decir y escuchar.

La escuela tiene como objetivo la transmisión de conocimiento. Entonces, cuando se vuelven a hacer preguntas viejas, cuando se habla sin fundamentos o cuando parece que la oscuridad nos comió los recuerdos y los dueños de todo se quieren apropiar de lo que construimos, desde la escuela, que es nuestra bandera, vamos a estar insistiendo con la memoria. Y por eso nos propongo aclarar algunos términos que estos días estuvieron dando vueltas por los medios de comunicación de formas muy confusas:

Los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura cívico-militar son acciones violentas que atentaron contra los derechos humanos. Acciones ilegales, cometidas sistemáticamente por el Estado y con masividad sobre la población civil. No prescriben, eso quiere decir que los responsables deben ser juzgados sin límite de tiempo para denunciar.

Los cargos por los cuáles fueron y son condenados, hasta el momento, los 1.207 responsables de delitos de lesa humanidad son: el secuestro ilegal, la retención en centros clandestinos, la tortura, las violaciones, el robo de niños, la sustracción de identidad, el exterminio, la desaparición de sus cuerpos, y el silencio absoluto ante la justicia.

Hay 342 juicios con sentencia y quedan muchos aún sin resolver, por juzgar, y condenar. Y este proceso legal es un derecho que tienen los genocidas. Un derecho que se les negó a los desaparecidos. Porque si hubieran cometido un delito deberían haber sido juzgados, no arrojados desde un vuelo de la muerte al mar.

Aún quedan por restituir más de 300 casos, de los más de 400, de niños y niñas nacidos durante el cautiverio de sus madres, detenidas ilegalmente en centros clandestinos de detención. A los cuales se les robó su identidad, y aún hoy, 48 años después, no sabemos a qué familias fueron entregados y crecen en una mentira mientras sus abuelas se van sin darles el merecido abrazo.

Y por último, son 30.000 y más también, porque en nuestro país hubo más de 800 centros clandestinos de detención, donde cumplieron tareas represivas 150.000 efectivos y en el año 1978 el Ejército argentino estimó, ante documentos desclasificados enviados a EE.UU, que eran más de 22.000 los detenidos o asesinados por la dictadura. Y todavía quedaban 5 años de su Plan Sistemáticos de desaparición, tortura y exterminio de personas.

Con palabras claras deberíamos entendernos todos. Y así seguir construyendo memoria, verdad y justicia. Si no sabemos más es porque la información es una reconstrucción de rompecabezas realizada por los organismos, los familiares y los sobrevivientes. Los que saben, los que registraron los números de este horror siguen en silencio.

Por eso la escuela insiste, porque fortalecer la democracia y defender nuestros derechos es la base de nuestro compromiso con la sociedad. Con el presente de nuestras infancias y su futuro.


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