viernes, 20 de enero de 2017

Comida en mal estado y falla de controles en colegios (por lo menos 13 casos de gastroenteritis afectaron a 165 personas)

(Por Fabiola Czubaj. La Nación, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, jueves 19 de enero de 2017)- El 30 de marzo de 2016, 16 alumnos de la Escuela N° 11 Ricardo Gutiérrez, de Constitución, sufrieron náuseas, vómitos y dolor de estómago después de almorzar. En principio no se supo qué pasó: el organismo de control porteño, a cargo de la investigación, analizó todo el menú, salvo el postre, al que la mayoría de los chicos le había sentido mal gusto.El caso corresponde a una de las 13 denuncias que, en los últimos meses, recibió LA NACION por casos de gastroenteritis, que afectaron a 165 chicos y docentes, y por comida en mal estado en colegios porteños.

Las denuncias no son sólo por brotes, sino también por la recepción de comida en mal estado. Además, de las escuelas, hubo casos en centros de primera infancia (CPI) y hogares de tránsito de menores. En los informes que la Dirección de Higiene y Seguridad Alimentaria (Dghysa), de la Agencia Gubernamental de Control (AGC) de la Ciudad, se detectaron 165 alumnos y docentes afectados sólo en esos casos.

Son 12 informes y ninguno posee la firma electrónica, un recurso que da certeza de autenticidad en la administración pública porteña. De su lectura surge que en cinco denuncias no se tomaron muestras de los alimentos sospechados de causar enfermedad o estar en mal estado. El argumento oficial más común fue que ya se había consumido. Sin embargo, el pliego de licitación obliga a los concesionarios a guardar una muestra testigo del menú diario durante por lo menos dos días. Ante una intoxicación, las autoridades la pueden solicitar para analizar en los laboratorios de la Dghysa.

El titular de la Dghysa, Tomás Schonamsgruber, explicó: "Cuando no encontramos la comida en las escuelas, vamos a buscarla a los concesionarios. Y en muchos casos no encontramos los alimentos. Cuando hacemos los análisis de las muestras que tomamos, no conocemos los resultados de los análisis que se hacen de los afectados en los hospitales. Hacemos los informes epidemiológicos con la información que recolectamos desde la Subgerencia de Epidemiología más los análisis del laboratorio de la Dghysa. Cuando nos notifican un brote o un caso, hacemos los análisis y se los comunicamos al Ministerio de Salud. Vamos en cuanto nos notifican e informamos los resultados".

Diez de las trece quejas fueron en jardines, escuelas o colegios porteños. "Tuvimos un solo incidente en todo el año", afirmaron desde la Dirección General de Servicios a las Escuelas del Ministerio de Educación porteño. Se referían a un brote de gastroenteritis en un colegio de Villa Crespo, donde la comida sospechada de intoxicar a 90 personas desapareció de la heladera antes de la llegada del personal que había enviado Silvia López, titular de la Subgerencia Operativa de Epidemiología Alimentaria de la Dghysa.

En la ciudad, 21 empresas, cuatro cooperadoras, una asociación civil y dos cooperativas de trabajo se ocupan del desayuno, el almuerzo y el refrigerio de los establecimientos que dependen del Ministerio de Educación. Esas empresas también se reparten el servicio de comida en los hogares para menores y los CPI del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat.

En octubre, en el Congreso Nacional de Cooperadoras Escolares se denunció "la alarmante desigualdad" en los fondos que las provincias les asignan a la alimentación de los chicos. "Debiera haber una ley nacional" para mejorar "la eficiencia y la calidad de los servicios alimentarios escolares y consolidar las acciones de educación nutricional", se propuso.

"Un virus", respondieron padres, docentes y autoridades que aceptaron hablar desde junio cuando comenzaron a recibirse las denuncias sobre qué había causado los brotes. Ninguno conocía los resultados de laboratorio que lo acreditara. De hecho, sólo en uno de los informes de la Dghysa se presume que el brote estudiado "podría tratarse de gastroenteritis de origen viral", aunque el único análisis de laboratorio hecho en el hospital Pirovano a un alumno afectado no halló rastros de virus.

Ese brote fue en agosto y septiembre en el Instituto Español Virgen del Pilar, de Chacarita. Tuvieron vómitos y diarrea 36 chicos del jardín, la primaria y el secundario, 10 docentes y los empleados del buffet. "Pensamos que no fue por el agua y la comida, sino por un contagio interpersonal -explicaron las autoridades del instituto-. Vinieron a controlar los tanques de agua y se llevaron muestras de la comida (de un concesionario propio). Pero a pesar de la desinfección, el brote no se cortaba. Pensamos que fue porque los chicos no hacían suficiente reposo. Los padres los traían a clase enfermos."

Finalmente, la investigación oficial descartó toda relación con la comida porque "los casos se fueron presentando a lo largo de un mes, se afectaron padres y docentes, y no hubo un alimento en común", aunque sólo se analizó una comida durante el brote: milanesa de carne con papas al horno.

La madrugada del viernes 10 de junio, siete alumnos de la sala de cinco del Jardín de Infantes N° 2 Prof. Marina Ravioli se descompusieron. Los padres atribuyeron los vómitos y la diarrea al yogur y las galletitas del jueves en la escuela, ubicada a una cuadra del Parque Rivadavia. La investigación oficial del brote de gastroenteritis confirmó la intoxicación alimentaria en cinco casos. Pero nunca llegó a la causa, aun cuando tres alumnos necesitaron atención médica y dos días de reposo.

En la Escuela de Cerámica N° 1, de Bulnes 45, hubo más suerte en abril con los sándwiches de jamón y queso que reciben los alumnos. La oficina de la AGC a cargo de la investigación detectó la bacteria Escherichia coli. Fue después de que dos alumnas de primer año vomitaran al sentirles "gusto raro". En cambio, el único registro oficial de la intervención en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda, donde se identificó otra bacteria -Listeria monocytogenes- en sándwiches similares describe una inspección de rutina sin irregularidades recién varios meses después.

Uno de los casos más preocupantes es el de un CPI de Once. Por lo menos cuatro veces en el año, un concesionario entregó mercadería no apta para el consumo. También reciben "carne con mucha grasa y pollos con mucha agua", según se pudo reconstruir desde agosto pasado.

Fotografías de una de las entregas con destino al CPI muestran cortes de carne con abscesos (acumulación de pus) de animales enfermos y de un circuito de venta sin controles. Su proveedor es un frigorífico de Avellaneda.

Pero los registros oficiales indican que en lugar de investigar ese problema, la Dghysa envió el 19 de octubre una inspección al CPI por una intimación: mostrar las constancias de los cursos de manipuladores de alimentos. Nada se dice en ese breve informe oficial sobre la comida para una población vulnerable de entre 45 días y 4 años.

Desde la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires (Agcba) apuntan a una deficiencia grave en la redacción del Pliego de Bases y Condiciones del servicio de comida: "Establece que el control bromatológico los hacen las empresas. Eso no es adecuado ni confiable. En realidad, ese procedimiento consiste en tomar muestras aleatorias de alimentos que permitan evaluar el servicio para garantizar la calidad higiénico sanitaria y la inocuidad de los alimentos. Eso evita a tiempo posibles intoxicaciones".

En la auditoría que la Agcba le entregó en abril al gobierno porteño, los auditores sumaron al "mecanismo poco transparente" de controles vigente, que los concesionarios "no cumplen ni con el 50% de las tomas de muestras que deben hacer en un ciclo lectivo".

En un escenario así, el riesgo de enfermedad es inminente y constante. De hecho, cinco fuentes con experiencia en el monitoreo de estos casos coincidieron que nunca hubo tantos casos en la ciudad en tan poco tiempo. Sólo aceptaron decirlo en reserva.


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