sábado, 19 de diciembre de 2020

¡Vamos por la inserción laboral trans en la Universidad de Buenos Aires!

La historia del activismo trans responde a las condiciones estructurales de violencia y discriminación que deben enfrentar a diario las personas que viven socialmente con un género distinto al asignado al nacer. En este documento utilizamos el término “trans” para hacer referencia a las distintas experiencias posibles del género incluyendo a las personas que se identifican como mujeres trans, hombres trans, travestis, no binaries, entre otras.

La transfobia ha sido definida como la “matriz de creencias, opiniones, actitudes y comportamientos agresivos, culturales y personales dirigido contra individuos o grupos que no se ajustan o violan las expectativas de género y las normas sociales” (Transgender Europe (2020), Proyecto Transrespeto vs Transfobia, https://transrespect.org), y puede ser considerada una de las principales causas de la violencia que experimentan las personas trans. Los índices elevados de crímenes contra las personas trans dan cuenta suficiente de ello. Pero no toda la violencia puede resumirse en sus expresiones transfóbicas, de hecho, para dar cuenta de su carácter sistémico y estructural (con frecuencia menos espectacular pero igualmente nocivo) se hace referencia al cisexismo.

Por “cisexismo” entendemos el sistema de exclusiones y privilegios simbólicos y materiales vertebrado por el prejuicio de que las personas cis (esto es: las personas que no son trans) son mejores, más importantes, más auténticas que las personas trans. Todas las instituciones son cisexistas, al fin y al cabo, todas ellas fueron pensadas por y para personas cis. Esto acarrea todo tipo de problemas para las personas trans, especialmente para aquellas que experimentan las consecuencias negativas de múltiples ejes de opresión y explotación como la xenofobia, el racismo o el capacitismo, por ejemplo.

En este escenario adverso, el activismo trans se ha comprometido con distintas iniciativas de transformación social que incluyen (pero no se agotan en) la derogación de los códigos contravencionales y de faltas, la Ley de Identidad de Género, la prevención y búsqueda de justicia por los travesticidios y transfemicidios y el cupo laboral trans. Estas causas han sido acompañadas, en mayor o menor medida, el resto del movimiento lgtbiq+ y el movimiento de mujeres.

Gracias a esta lucha, desde hace algunos años un conjunto de universidades nacionales cuentan con proyectos aprobados de cupo laboral trans, docente y/o no docente (UNLu, UNTdF, UNMDP, UNC, UNCo, UNR, entre otras) y muchos más en tratamiento (Filosofía y Letras y Sociales en UBA hasta donde sabemos) siendo un denominador común los problemas en su instrumentación. Junto con legislaciones y proyectos provinciales y municipales, la publicación del decreto 721/2020 Cupo laboral el 03 de septiembre de este año refuerza estas iniciativas aprobadas y su efectiva implementación al tiempo que abre la discusión sobre cuál es la inserción de personas trans en las universidades nacionales.

Denominadores comunes: transfobia y cisexismo en espacios educativos

Los obstáculos que la transfobia y el cisexismo ponen en la trayectoria de las personas trans afectan sus posibilidades de acceso, permanencia y promoción en el sistema educativo. En general, se expresan mediante situaciones de acoso y hostigamiento entre estudiantes, entre docentes (conforme a las jerarquías de las cátedras) y entre docentes y estudiantes; violencia administrativa (por ejemplo, las barreras burocráticas que impiden a las personas trans rectificar los datos de su libreta estudiantil; dispositivos institucionales no preparados para atender satisfactoriamente las demandas de personas trans; o condiciones de acceso a oportunidades de desarrollo académico materialmente inaccesibles para personas trans); y la violencia curricular (por ejemplo, porque incluye contenidos patologizantes, como los que se pueden ver en todas las materias de la carrera de psicología o en medicina).

¿Qué es la patologización?

“La «patologización» puede definirse como la práctica psico-médica, legal y cultural por la que un determinado rasgo, individuo o población se define, per se, como un trastorno. En este sentido, es habitual que a las personas trans se las defina como intrínsecamente patológicas solo por la forma en que se definen y expresan a sí mismas en cuanto al género: para las normas vigentes, su género está definido como un trastorno per se.

A lo largo de la historia, la patologización ha desempeñado -y sigue desempeñando - un rol decisivo en la producción y el reforzamiento de las jerarquías y desigualdades de género entre las personas trans y las cis. La relación que existe entre los sistemas psicológico-médico y legal, así como la influencia que ambos ejercen en la vida social, tienen efectos negativos devastadores sobre los derechos humanos de las personas trans. Incluso en la actualidad, en muchos países del mundo la patologización condiciona o impide el acceso de las personas trans a derechos humanos básicos”.

La manera de entender el género, el sexo, la sexualidad y la salud se han ido transformando a lo largo de la historia. Lo mismo puede decirse respecto de los diagnósticos médicos y la legislación de cada país. En Argentina está prohibido hacer diagnósticos en salud mental sobre la base exclusiva de la identidad sexual. Nuestra ley de salud mental (Ley 26.657) entiende que la salud mental es “un proceso determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona” y que “en ningún caso puede hacerse diagnóstico en el campo de la salud mental sobre la base exclusiva de (…) c) identidad sexual” (Kara, S. -2017-, Gender is not an illness. How pathologizing trans people violates international human rights law).

Los ejemplos ofrecidos contravienen por lo menos dos leyes nacionales (la Ley de Salud Mental y la Ley de Identidad de género, pero no dejan de ser experiencias extendidas, que impactan en desproporcionadamente sobre las trayectorias educativas de las personas trans. De acuerdo con el Ministerio público de la Defensa de la CABA (2017), en un relevamiento del 2016 un 60% de personas trans 54% no había terminado la secundaria, mientras que ese dato alcanza sólo al 22% de la población general de 18 a 65 años de CABA (Encuesta Anual de Hogares 2016, DGEyC, GCBA). Según el mismo relevamiento, un 23% de personas trans tiene estudios superiores y el 8% los ha completado. Estas cifras evidencian una brecha frente al 59% de la población general de 18 a 65 años de CABA con estudios superiores, y frente al 34% que los ha completado. Pero, además, estos números ponen en evidencia que ha habido, hay y habrá personas trans en las instituciones educativas. Las investigaciones tienden a enfocarse en estudiantes, pero también hay docentes y no docentes trans en las instituciones educativas (sirva de ejemplo la Cátedra Libre de Estudios Trans en la Facultad de Filosofía y Letras) quienes también experimentan la transfobia y el cisexismo estructural, que compromete su permanencia y promoción. En este sentido, la lucha por los derechos de las personas trans no se agota en el acceso y la permanencia en la educación universitaria sino que debe acompañar la lucha general de los movimientos docentes y no docentes por sus condiciones de empleo y de trabajo, por la regularización con salario de todos los cargos docentes y por el aumento salarial y presupuestario.

Las universidades nacionales tienen la responsabilidad de tomar acciones para resolver estos problemas y garantizar el derecho a la educación superior a la comunidad trans, así como también a toda persona que quiera estudiar una carrera universitaria. La educación superior es un derecho, no un privilegio. Con este fin, es necesario que toda la comunidad académica (incluyendo a los sindicatos y activistas, docentes, no docentes y estudiantes) se comprometa activamente con esta iniciativa.

Necesitamos armar una gran campaña por la inserción laboral trans en las universidades nacionales. Proponemos los siguientes puntos para discutir:

Inserción docente y no docente

Concursos cerrados para regularizar y rentar de forma inmediata la situación de lxs docentes trans, así como adscriptxs, contradadxs, integrantes de “equipos docentes”, etc. Ampliación de la planta docente para que el 1% de los cargos esté ocupado por docentes trans, mediante la convocatoria pública a concursos para tareas de docencia, investigación y extensión exclusivos para trans. En el mismo sentido, ampliación de la planta no docente para que el 1% de los cargos estén ocupados por trans. Pleno cumplimiento del Convenio Colectivo de Trabajo (CCT) Nacional de la docencia universitaria y preuniversitaria, del CCT de lxs no docentes y de las leyes de empleo público en todas las universidades nacionales. Que la inserción laboral se haga con estabilidad laboral y rechazando las formas de contratación precaria o «contratos basura». Asignación de partidas presupuestarias para el cumplimiento de estos cupos.

Permanencia estudiantil

Becas de apuntes, movilidad y de estudio así como descuentos para el comedor a todxs lxs estudiantes trans que lo soliciten. Ayudantías de segunda con dedicación simple para todxs lxs estudiantes trans que quieran empezar la carrera docente. Afiliación gratuita a DOSUBA para todx estudiante que no tenga cobertura de salud. Conformación de comisiones para la revisión y reforma de los planes de estudio que incluyan contenidos patologizantes.

Implementación, monitoreo y capacitación

Las personas trans deben tener un rol clave en el diseño, implementación y seguimiento de este cupo laboral. En ese sentido, se deben evitar tres vicios frecuentes. El primero es el “tokenismo”, que consiste en incluir sólo a un número mínimo de personas trans en el proceso de manera simbólica, para producir la fachada de la participación, pero sin que el colectivo tenga real incidencia en la toma de decisiones. El segundo es la explotación del trabajo activista, sin reconocimiento económico por su labor. El tercero, de acuerdo a las investigaciones de Elián Leobino, el rol de “incluide laboral trans” suele conllevar altos niveles de violencia laboral: falta de asignación de tareas; asignación de tareas no adecuadas para el cargo; desmerecimiento de sus capacidades; menor salario; etc. Es fundamental que el cupo laboral en la UBA busque activamente evitar el estigma vinculado a quienes así se inserten.

En concreto, es fundamental que las personas trans sean parte activa en en todas las instancias del diseño, implementación y monitoreo del cupo y que su trabajo sea remunerado. Máxime teniendo en cuenta que se trata de un trabajo especializado.

Una primera tarea a realizar es un relevamiento de, por un lado, docentes y no docentes trans, que ya están trabajando y, por el otro, áreas estratégicas de planificación e intervención a las que incorporar personas trans a partir del cupo. Para ello, se debe garantizar la confidencialidad y la privacidad en los procedimientos de registro e implementación de las políticas de inserción laboral. En segundo lugar, es necesaria la creación de un equipo de seguimiento, monitoreo permanente y evaluación de las medidas de cupo laboral trans, integrado por los sindicatos docentes, no docentes, estudiantiles y personas trans especializadas en la temática.

Además, es necesario que la capacitación en temas de géneros, disidencias sexuales y violencia incluya especialistas trans en su diseño, implementación y dictado. Estas capacitaciones tienen que ser gratuitas, en horario de servicio y vinculadas con las prácticas cotidianas de docentes, no docentes y estudiantes. En caso contrario, se corre el riesgo de implementar políticas en materia de género que resulten inapropiadas y hasta revictimizantes para las personas trans y/o de ofrecer cursos de capacitación y formación con contenidos cisexistas, como sucedió con el curso de capacitación dictado por la UBA en cumplimiento con la ley Micaela.

Convocamos especialmente a todxs lxs docentes, estudiantes y no docentes trans a sumarse a esta campaña, y también a todxs lxs activistas y agrupaciones lgtbiq+, estudiantiles, no docentes y docentes. La lucha por la inserción laboral trans es la lucha por los derechos laborales del conjunto de docentes y no docentes. Durante décadas las universidades nacionales hicieron caso omiso a las denuncias de cisexismo, tomemos cartas en el asunto, en la UBA vayamos por la inserción laboral trans.


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