En el último tiempo se vio a las claras como la única política que llevó adelante el gobierno nacional fue de golpes constantes a los sectores populares, como con el ascenso de la inflación de los alimentos, cuya consecuencia es la desintegración de los ingresos. Además, las jubilaciones siguen cayendo en picada, y más de la mitad de les niñes están bajo la línea de pobreza. No olvidamos tampoco que en un país con un gran porcentaje de problemáticas de vivienda y hacinamiento, el gobierno de la provincia de Buenos Aires en particular se dedicó constantemente a reprimir y desalojar las tomas de terrenos, como en la localidad de Guernica, a familias que pedían un pedazo de tierra para poder tener su vivienda propia. Pero que esto ha sido una verdadera política de Estado entre el gobierno nacional y los gobiernos provinciales.
También debemos señalar el avance represivo, que se viene viendo a las claras como con las persecuciones de Morales en Jujuy, pero sin ir más lejos en la Ciudad de Buenos Aires, con las represiones y posteriores encarcelamientos a luchadores con causas armadas, colocando el concepto de que si un pobre se organiza, es un delito, pero no si lo hacen las grandes patronales que fugan constantemente la riqueza que generamos todes les trabajadores, como lo probó el Tractorazo. Lo mismo ocurrió hace unos días en Catamarca, con la feroz represión policial a sectores que se estaban movilizando en contra de la megaminería en Andalgalá.
La política del gobierno impacta de lleno en los que menos tienen. Lo positivo de esta situación es que el pueblo resiste y se organiza para enfrentar el ajuste, y crecen los métodos de la asamblea y la movilización popular para ello. En el mismo sentido, ante un régimen a todas luces comprometido de lleno al ajuste fondomonetarista, esto favorece el crecimiento de la perspectiva de que es únicamente con independencia del Estado y sus partidos que se puede luchar por el trabajo genuino y un salario mínimo igual a la canasta familiar.
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