(Por Ismael Bermúdez. Clarín, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
lunes 10 de julio de 2017)- El INDEC calculó para el segundo semestre del 2016
que el 45,8% de los niños menores de 14 años vive en hogares cuyos ingresos
están por debajo de línea de pobreza. En tanto, para la UCA (Universidad
Católica Argentina) en base a un análisis que considera el acceso insuficiente
o inadecuado de las familias a alguna de las necesidades básicas, como
alimentación, vivienda, asistencia médica, saneamiento o educación, la pobreza “multidimensional”
entre los niños y adolescentes de 0 a 17 años alcanza hasta el 58,7%. Son 7,6
millones de chicos, de acuerdo al Estudio del Barómetro de la Deuda Social de
la Infancia, de la UCA.
Ianina Tuñon, Coordinadora del Estudio,
explica que, además de los bajos ingresos de los hogares pobres, “la
desprotección social que supone la situación de pobreza expone a los niños y
adolescentes a múltiples vulnerabilidades: habitacionales, nutricionales,
enfermedades, accidentes, explotación, violencia, discriminación y acceso
insuficiente o inadecuado a la vestimenta, el calzado, la asistencia médica
pero también a la estimulación emocional, intelectual y social. Es por ello,
que se valora específicamente el enfoque de derechos y la perspectiva multidimensional
como medida desde donde definir la pobreza” Sobre esta base, la UCA desarrolló
una metodología e índices de medición de dichas privaciones, y para su cálculo
se basó en propuestas desarrolladas por Universidades de Bristol y Oxford
y UNICEF. Esos índices toman en cuenta 6 indicadores o derechos básicos:
alimentación, saneamiento, vivienda, salud, información y educación con una
ponderación para cada una de esas privaciones.
El Estudio señala que, la tasa de
privaciones alcanza hasta 58,7% de los niños y adolescentes. “Esto significa
que casi 6 de cada 10 niños/as en la Argentina urbana experimentaban
privaciones en al menos una de las seis dimensiones bajo estudio”. Con relación
a 2010, hubo una mejora ya que del 63,7% bajó al 58,7% en 2015 y se mantuvo en
ese porcentaje durante 2016. Mientras “la situación de pobreza en carencias que
se consideran especialmente graves --porque sus consecuencias adversas son de
difícil reversión-, también bajó del 23,8 en 2010 al 14,8% en 2016”.
Del análisis de los 6 derechos básicos y
“la contribución de cada dimensión a la composición de la pobreza infantil
ubica en primer lugar al espacio vivienda -como grados de hacinamiento- y en
segundo al de la salud, como carencias de vacunas y controles médicos”. Saneamiento
-no acceder al agua de red o no tener inodoro con descarga en la vivienda- está
en tercer lugar. Estas tres carencias participan del 62,6% de las privaciones.
Así la cantidad de privaciones que se toma como referencia define la dimensión
de la pobreza infantil, que puede partir de un piso del 38,7% hasta el 58,7%,
su intensidad -pobreza extrema- y la evolución a lo largo del tiempo.
Por estratos sociales, “se advierte con
claridad la situación regresiva para los sectores sociales con una integración
socio-ocupacional precarizada e informal y de menor calificación respecto
del estratos medio profesional”, dice el Informe que admite que “las brechas de
desigualdad, con disparidades en su magnitud según la metodología de cálculo de
la pobreza, se incrementaron entre 2010 y 2016”. También “se advierte un
incremento de la brecha regresiva para los niños y niñas en el espacio informal
de villas y asentamientos urbanos respecto de los espacios urbanos formales de
nivel medio alto”.
Por edades, hay una mayor privación
de derechos entre los adolescentes de 13 a 17 años como consecuencia de
las altas tasas de no escolarización, mientras se registra “una mayor
escolarización de los niños menores a 4 años en el nivel inicial obligatorio
desde 2014 y avances en las ofertas educativas en la primaria”.
El estudio reconoce que los niños y niñas en hogares que perciben transferencias de ingresos, como la AUH, han experimentado una merma significativa de la pobreza en múltiples dimensiones, lo cual es un indicador positivo de su existencia. Aunque también es evidente que las transferencias monetarias no son suficientes para alcanzar mejoras sustantivas en las oportunidades.
El estudio reconoce que los niños y niñas en hogares que perciben transferencias de ingresos, como la AUH, han experimentado una merma significativa de la pobreza en múltiples dimensiones, lo cual es un indicador positivo de su existencia. Aunque también es evidente que las transferencias monetarias no son suficientes para alcanzar mejoras sustantivas en las oportunidades.
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