¿Ustedes que se creen, que nosotros nos
llamamos mil mangos? Eran miles, muchos miles, contaron los cronistas;
hacía ya unas cuantas semanas que no se juntaba tanta gente en las calles de Río
Gallegos. Muchos miles enojados, además de muy convencidos de sus necesidades y
la justicia de su reclamo.
¿Vos que te creés, que los descuentos me van
a hacer arrugar…?, volvía a gritar desafiante la mujer en medio del
bochinche general; a su lado, otra maestra marchaba con el guardapolvo viejo
lleno de consignas escritas con un fibrón, acalorada aunque la jornada
transcurría bien fresca.
Los
docentes santacruceños, que cumplían ya incontables días de paro, marcharon
junto con estales, judiciales, trabajadores viales y profesionales de la salud;
avanzaron desde diferentes puntos y finalmente todos fueron amuchándose en una
columna única que llegó hasta la casa de gobierno provincial. Los que afilan el
lápiz calcularon que eran muchos miles, pero el número en realidad es lo de
menos. En los hechos, y aunque públicamente, dijo lo contrario, era la
demostración de que no habían podido quebrar la huelga, y la razón evidente es
que el porcentaje de adhesión sigue trepando increíblemente alto. La manifestación
fue una respuesta tajante a las declaraciones y amenazas de la gobernadora que
insistió con que se iban a efectivizar los descuentos, que se levantaba el
receso invernal y que el paro sería declarado ilegal.
¿Pero vos te creés que yo me llamo mil mangos roñosos…?, sigue insistiendo cada tanto la mujer afónica, ya casi sin voz, de cara al cielo patagónica y entre las risas de sus compañeras.
¿Pero vos te creés que yo me llamo mil mangos roñosos…?, sigue insistiendo cada tanto la mujer afónica, ya casi sin voz, de cara al cielo patagónica y entre las risas de sus compañeras.
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