“Abrazar a la escuela es
abrazar a nuestros hijos”, comienza el breve escrito que ayer nomás imprimieron
en tipografía grande y hoy a primera hora fijaron con chinches en el pizarrón
de entrada y con cinta scotch junto a las puertas de cada una de las aulas y en
la biblioteca. Y continúa: “Reclamamos para que nos solucionen los graves
problemas de infraestructura, goteras, filtraciones, instalaciones eléctricas
deficientes. Ya cayó un ventilador al lado de un alumno y un depósito de
plástico del baño de jardín. Por la integridad física de los chicos, pedimos
mantenimiento”.
Dispusieron los cartelitos
con la mayor prolijidad y cuando ya creían que su tarea de difusión rozaba la
perfección llegaron los papás más jóvenes. Sonrieron cuando detallaron sus
aventuras comunicacionales y después, con diplomacia, más o menos les dijeron
que la tarea servía de poco puesto que ya estaban todos avisados mediante la
lista de correos electrónicos que armaron al final de la última reunión. El
mensaje comunitario contenía media docena de fotografías tomadas con los celulares para ilustrar la
situación calamitosa de la escuela. Y también subieron un video a youtube donde
constan los derrumbes y las carencias del edificio.
Unos y otros, integrantes de
la comunidad educativa de la escuela número 23 del distrito escolar 18,
hicieron una pausa en la conversación y los mates para sumarse al abrazo a la
institución esa mañana de viernes. En lugar de piquete y cacerola “cartulinas y
celulares” sintetizó uno de los preceptores, y nadie pudo dejar de reírse.
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