Busca, una vez más, armar la clase
mezclando algunos episodios pasados importantes con otros de la actualidad;
siempre ha pensado que, al menos en su materia, es la mejor manera de que los
estudiantes palpen en concreto la dimensión histórica como un proceso abierto y que nos atraviesa. Eso sí. Esta
vez está decidido a meter a la América latina sea como sea. El problema a
resolver es que el material es tanto que apenas puede dedicar algunos minutos
por clase y unas pocas de páginas de lectura a eventos que, obviamente, merecen
un mejor y más largo tratamiento. Pero qué se le va a hacer, hay que
arreglarse.
Mientras revisa el material sobre la
revolución mejicana se topa con algunos dichos de los periódicos actuales. Resulta
que el gobierno de Méjico se ha lanzado a una aventura de naturaleza
privatizadora del petróleo a partir de la “invitación” a algunas grandes
empresas extranjeras para que compartan riesgos y beneficios con la estatal
Pemex. Con tal fin, el presidente resolvió recurrir a la engañosa táctica de
utilizar la histórica figura del mismo general Lázaro Cárdenas para dar la
impresión de que su iniciativa tendría el aval del prócer mexicano. La moraleja
que se busca instalar es que una mayor participación de Exxon-Mobil y
Halliburton automáticamente beneficiará al pueblo de México.
Lee rápido, se indigna, habla solo,
piensa hasta qué punto la estrategia publicitaria en el norte de América se
parece a la que aquí abajo rodea al acuerdo YPF-Chevron… Finalmente decide que,
aunque tenga que seguir dando clases en enero, sus alumnos se van a enterar de
quién fue verdaderamente Lázaro Cárdenas y cuál la suerte del petróleo mexicano
que está en juego.
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