(Por Carlos Altavista. El Día, La Plata, domingo 25 de junio de
2017)- A ella le da “vergüenza recibir a los chicos cada mañana”. ¿Por qué?
“¿Se fijaron cómo viven? Bueno, un edificio en estas condiciones es una
extensión de esa precariedad, por lo cual es imposible que vean a la escuela
como un lugar desde el cual mejorar su vida”.
La reflexión de la secretaria de una
secundaria de la periferia platense suena a sentencia. En rigor, lo es. Porque
los docentes y auxiliares de la mayoría de los establecimientos escolares
públicos deben lidiar día tras día con problemas que nadie asociaría con un
colegio. Y mientras les exigen “calidad educativa”, ellos son quienes mantienen
en pie un sistema que tiene tantas grietas como las paredes de las aulas.
Todo está a la vuelta de la esquina. Sólo
se trata de recorrer, observar, escuchar. Todo está a la vista.
¿Y a quién le avisan cuando los problemas
se acumulan? Al consejo escolar, a la inspectora, a la jefa de inspectores, a
la dirección provincial de infraestructura escolar (de la cartera educativa
bonaerense), a la delegación municipal. Sin embargo, pocas veces llega la
solución.
El viernes fuentes de Educación dieron
una “pista” entre tanta confusión. Dijeron que tras haber finalizado el “censo
educativo” que determinó la cantidad de edificios escolares que hay en la
Provincia y su estado -dato que aseguran que no existía-, ahora están
trabajando con los municipios para activar el Fondo Educativo, ese dinero que
desde 2013 llega a las comunas para destinar a las escuelas, algo que no ocurre
o bien ocurre (muy) parcialmente. “Infraestructura de la dirección de Educación
tiene presupuestado para este año 2.000 millones de pesos, mientras que en
concepto de Fondo Educativo, a los 135 distritos bonaerenses llegarán 5.700
millones”, puntualizaron. Todo dicho.
La Escuela Primaria 32 y la Secundaria 7
de Arturo Seguí comparten predio (144, 414 y 415). En la cocina de primaria
falta personal. Renunció la cocinera y “nunca” nombraron otra. Redoblan
esfuerzos, entonces, para recibir la mercadería, cocinar y atender a decenas de
chicos que se sientan en mesas de plástico de jardín (no de infantes) que ya
cumplieron 20 años. El “salón comedor” tiene dos enormes rajaduras y muchas
manchas de humedad, producto de filtraciones.
“Hay un problema con la instalación
eléctrica”. ¿Cuál? “No es posible enchufar nada en las aulas. Salta la térmica.
Las maestras no pueden usar ni el grabador”, comentan en los pasillos.
¿Calefacción? No existe. Funcionan dos estufas y hay once grados. El estado de
los aparatos es, lisa y llanamente, abominable.
Hay zonas del edificio que no tienen luz
porque no cuentan con tubos fluorescentes o, directamente, con los soportes.
Una gran puerta -antigua y picada en los
extremos- separa el edificio de primaria del patio. Y el patio es la “entrada”
a la Secundaria 7. La degradación edilicia aumenta y mucho.
El salón de preceptoría tiene un rincón
casi sin revoque a raíz de la enorme cantidad de agua que entra con cada
lluvia. Lo peor del caso es que en ese sector hay un escritorio y una docente
que trabaja (si el tiempo lo permite). Los baños no parecen baños. Faltan
puertas y el agua brota al tirar la cadena. No hay una sola aula sin algún
vidrio roto. Todas tienen estufas, pero no funcionan o pierden gas. El
mobiliario es viejo y está en pésimas condiciones. Son ambientes lúgubres. Sólo
la risa de los adolescentes les dan un poco de vida. “Hasta el mes pasado
funcionó un 2º año con 55 alumnos. Se logró que se desdoble, y ahora hay 20
chicos en la ex dirección”, relata un integrante de la comunidad. La ex
dirección se convirtió en un aula extraña, pequeña y triangular. Allí, los
adolescentes toman clase apretados (una forma de combatir la falta total de
calefacción). El pizarrón está roto y cuelga de dos clavos mediante una soguita
amarilla.
¿La cocina? Pequeña y sin cielorraso, que
un día se desplomó. ¿El fondo de la escuela? Un paredón muy bajito que es una
invitación a ingresar a la escuela por las noches. Y el “vandalismo” acepta la
invitación gustoso, casi a diario.
Sin un grupo de maestras y auxiliares con
mucha garra y vocación, la mayoría de las escuelas no funcionarían como lo
hacen. Literalmente, cada día se las ponen al hombro.
¿No hablan las docentes? ¿No denuncian
semejantes condiciones laborales y de enseñanza? No. Porque no pueden. Las
maestras nunca pudieron hablar, aunque muchos coinciden en que esa situación
ahora es peor: el sumario es una amenaza latente. La pregunta que surge es cómo
le enseña esa docente el valor de la libertad de expresión a sus alumnos si
ella no lo puede ejercer.
Poblet. Jardín 988, Primaria 20 y
Secundaria 48. Luego de recorrer un largo camino de tierra que con cada lluvia
se torna intransitable y provoca la suspensión de las clases, se llega a un
predio donde un grupo de mujeres, con la ayuda de tres auxiliares varones,
enseñan en condiciones imposibles.
Los 160 alumnos de secundaria no sólo
toman clase en aulas de chapa y utilizan baños químicos ubicados lejos de las
mismas, en pleno campo, sino que comen en sus pupitres -al igual que los chicos
de los otros niveles- porque no hay comedor. Peor. Esas aulas de chapa son
usadas. Funcionaron durante años en la Secundaria 16 de Los Hornos cuando
estaba en construcción y se la conocía como la “escuela túnel”, pues los
estudiantes ingresaban por un túnel de madera y piso de tierra o barro, según
el tiempo.
A todos los techos les faltan placas de
durlock y se llueven. Además, cada mañana los alumnos cubren los huecos con
cartón para que no entre el gélido viento campestre. Tarea escolar.
El jardín funciona en un aula del
edificio de material -pequeño y de 130 años- de la primaria. Sólo caben 30
niños, que van a un baño que funciona como depósito.
La cocina es tan chica -como la de un
departamento de un dormitorio- que obliga a realizar turnos para cocinar y para
comer. Los auxiliares hacen malabares, sin exagerar.
Los 207 alumnos de primaria se reparten
entre aulas y pasillos cerrados convertidos en salones de clase. Los varones no
se pueden lavar las manos. Si abren el grifo del baño, se inunda. Las cañerías
son viejas. Usan pozo, que rebalsa a diario y forma una laguna de líquidos
cloacales.
Una planilla tiene los nombres y demás
datos de 25 niños. Otra, de 24. Otra de 20. En total, seis planillas. ¿Qué es
eso? Las listas de espera de quienes no pueden entrar a la primaria por falta
de espacio, de primero a sexto grado. Superan el centenar. “Algunos van a
Etcheverry, lejos, pero la mayoría tampoco encuentra banco”, dice alguien con
pesar. Los pequeños provienen de las familias de quinteros. Son numerosos los
que quedan sin escolarizar. En las estadísticas no figuran.
El mismo tipo de población concurre al
Jardín 945 de El Peligro. Con menos suerte todavía. Todo el establecimiento
educativo funciona en un aula prestada por la Primaria 49. Van 25 chicos de 5
años por turno, más alguno de cuatro. “Ciento y pico” al año quedan en lista de
espera, con otro jardín sin vacantes en Colonia Urquiza como la opción más
cercana.
Como desde 1996 tienen un terreno cedido
para hacer el edificio propio, en diciembre del año pasado la Municipalidad
-tirando del Fondo Educativo que a las comunas tanto les cuesta volcar en las
escuelas, es decir, donde deben hacerlo- licitó la obra. Pero lo hizo mal.
Volvió a licitarla en abril, pero quedó vacante porque el presupuesto “se había
devaluado”. Lo mismo ocurrió en mayo. Ahora dicen que todo “está encaminado”.
¿Qué sienten las docentes que trabajan
así cuando escuchan hablar de calidad educativa? “Es terriblemente chocante.
Calidad educativa, igualdad de oportunidades, equidad. Nosotras recibimos niños
muy pobres. En invierno muchos vienen en ojotas. En el aula se rascan la cabeza
porque tienen piojos. Tenemos que darles de comer. Y a mas de 100 por año los
tenemos que dejar a la deriva. Eso, sumado a que sus familias son analfabetas y
en algunos casos ni siquiera hablan el español. Es la exclusión total”,
subrayan en El Peligro.
El 80% de los 11.213 edificios escolares
públicos de la Provincia tiene problemas de infraestructura y el 60% problemas
“serios”, dicen en el gobierno.
Maestras y auxiliares, en silencio, sostienen la educación. Está a la vista. Sólo se trata de recorrer, observar, escuchar.
Maestras y auxiliares, en silencio, sostienen la educación. Está a la vista. Sólo se trata de recorrer, observar, escuchar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario