domingo, 25 de junio de 2017

Provincia de Buenos Aires: reconocen que hay problemas en el 80 por ciento de los edificios escolares y dicen que activarán el Fondo Educativo que reciben los municipios

(Por Carlos Altavista. El Día, La Plata, domingo 25 de junio de 2017)- A ella le da “vergüenza recibir a los chicos cada mañana”. ¿Por qué? “¿Se fijaron cómo viven? Bueno, un edificio en estas condiciones es una extensión de esa precariedad, por lo cual es imposible que vean a la escuela como un lugar desde el cual mejorar su vida”.

La reflexión de la secretaria de una secundaria de la periferia platense suena a sentencia. En rigor, lo es. Porque los docentes y auxiliares de la mayoría de los establecimientos escolares públicos deben lidiar día tras día con problemas que nadie asociaría con un colegio. Y mientras les exigen “calidad educativa”, ellos son quienes mantienen en pie un sistema que tiene tantas grietas como las paredes de las aulas.

Todo está a la vuelta de la esquina. Sólo se trata de recorrer, observar, escuchar. Todo está a la vista.

¿Y a quién le avisan cuando los problemas se acumulan? Al consejo escolar, a la inspectora, a la jefa de inspectores, a la dirección provincial de infraestructura escolar (de la cartera educativa bonaerense), a la delegación municipal. Sin embargo, pocas veces llega la solución.

El viernes fuentes de Educación dieron una “pista” entre tanta confusión. Dijeron que tras haber finalizado el “censo educativo” que determinó la cantidad de edificios escolares que hay en la Provincia y su estado -dato que aseguran que no existía-, ahora están trabajando con los municipios para activar el Fondo Educativo, ese dinero que desde 2013 llega a las comunas para destinar a las escuelas, algo que no ocurre o bien ocurre (muy) parcialmente. “Infraestructura de la dirección de Educación tiene presupuestado para este año 2.000 millones de pesos, mientras que en concepto de Fondo Educativo, a los 135 distritos bonaerenses llegarán 5.700 millones”, puntualizaron. Todo dicho.

La Escuela Primaria 32 y la Secundaria 7 de Arturo Seguí comparten predio (144, 414 y 415). En la cocina de primaria falta personal. Renunció la cocinera y “nunca” nombraron otra. Redoblan esfuerzos, entonces, para recibir la mercadería, cocinar y atender a decenas de chicos que se sientan en mesas de plástico de jardín (no de infantes) que ya cumplieron 20 años. El “salón comedor” tiene dos enormes rajaduras y muchas manchas de humedad, producto de filtraciones.

“Hay un problema con la instalación eléctrica”. ¿Cuál? “No es posible enchufar nada en las aulas. Salta la térmica. Las maestras no pueden usar ni el grabador”, comentan en los pasillos. ¿Calefacción? No existe. Funcionan dos estufas y hay once grados. El estado de los aparatos es, lisa y llanamente, abominable.

Hay zonas del edificio que no tienen luz porque no cuentan con tubos fluorescentes o, directamente, con los soportes.

Una gran puerta -antigua y picada en los extremos- separa el edificio de primaria del patio. Y el patio es la “entrada” a la Secundaria 7. La degradación edilicia aumenta y mucho.

El salón de preceptoría tiene un rincón casi sin revoque a raíz de la enorme cantidad de agua que entra con cada lluvia. Lo peor del caso es que en ese sector hay un escritorio y una docente que trabaja (si el tiempo lo permite). Los baños no parecen baños. Faltan puertas y el agua brota al tirar la cadena. No hay una sola aula sin algún vidrio roto. Todas tienen estufas, pero no funcionan o pierden gas. El mobiliario es viejo y está en pésimas condiciones. Son ambientes lúgubres. Sólo la risa de los adolescentes les dan un poco de vida. “Hasta el mes pasado funcionó un 2º año con 55 alumnos. Se logró que se desdoble, y ahora hay 20 chicos en la ex dirección”, relata un integrante de la comunidad. La ex dirección se convirtió en un aula extraña, pequeña y triangular. Allí, los adolescentes toman clase apretados (una forma de combatir la falta total de calefacción). El pizarrón está roto y cuelga de dos clavos mediante una soguita amarilla.
¿La cocina? Pequeña y sin cielorraso, que un día se desplomó. ¿El fondo de la escuela? Un paredón muy bajito que es una invitación a ingresar a la escuela por las noches. Y el “vandalismo” acepta la invitación gustoso, casi a diario.

Sin un grupo de maestras y auxiliares con mucha garra y vocación, la mayoría de las escuelas no funcionarían como lo hacen. Literalmente, cada día se las ponen al hombro.
¿No hablan las docentes? ¿No denuncian semejantes condiciones laborales y de enseñanza? No. Porque no pueden. Las maestras nunca pudieron hablar, aunque muchos coinciden en que esa situación ahora es peor: el sumario es una amenaza latente. La pregunta que surge es cómo le enseña esa docente el valor de la libertad de expresión a sus alumnos si ella no lo puede ejercer.

Poblet. Jardín 988, Primaria 20 y Secundaria 48. Luego de recorrer un largo camino de tierra que con cada lluvia se torna intransitable y provoca la suspensión de las clases, se llega a un predio donde un grupo de mujeres, con la ayuda de tres auxiliares varones, enseñan en condiciones imposibles.

Los 160 alumnos de secundaria no sólo toman clase en aulas de chapa y utilizan baños químicos ubicados lejos de las mismas, en pleno campo, sino que comen en sus pupitres -al igual que los chicos de los otros niveles- porque no hay comedor. Peor. Esas aulas de chapa son usadas. Funcionaron durante años en la Secundaria 16 de Los Hornos cuando estaba en construcción y se la conocía como la “escuela túnel”, pues los estudiantes ingresaban por un túnel de madera y piso de tierra o barro, según el tiempo.

A todos los techos les faltan placas de durlock y se llueven. Además, cada mañana los alumnos cubren los huecos con cartón para que no entre el gélido viento campestre. Tarea escolar.

El jardín funciona en un aula del edificio de material -pequeño y de 130 años- de la primaria. Sólo caben 30 niños, que van a un baño que funciona como depósito.

La cocina es tan chica -como la de un departamento de un dormitorio- que obliga a realizar turnos para cocinar y para comer. Los auxiliares hacen malabares, sin exagerar.

Los 207 alumnos de primaria se reparten entre aulas y pasillos cerrados convertidos en salones de clase. Los varones no se pueden lavar las manos. Si abren el grifo del baño, se inunda. Las cañerías son viejas. Usan pozo, que rebalsa a diario y forma una laguna de líquidos cloacales.

Una planilla tiene los nombres y demás datos de 25 niños. Otra, de 24. Otra de 20. En total, seis planillas. ¿Qué es eso? Las listas de espera de quienes no pueden entrar a la primaria por falta de espacio, de primero a sexto grado. Superan el centenar. “Algunos van a Etcheverry, lejos, pero la mayoría tampoco encuentra banco”, dice alguien con pesar. Los pequeños provienen de las familias de quinteros. Son numerosos los que quedan sin escolarizar. En las estadísticas no figuran.

El mismo tipo de población concurre al Jardín 945 de El Peligro. Con menos suerte todavía. Todo el establecimiento educativo funciona en un aula prestada por la Primaria 49. Van 25 chicos de 5 años por turno, más alguno de cuatro. “Ciento y pico” al año quedan en lista de espera, con otro jardín sin vacantes en Colonia Urquiza como la opción más cercana.

Como desde 1996 tienen un terreno cedido para hacer el edificio propio, en diciembre del año pasado la Municipalidad -tirando del Fondo Educativo que a las comunas tanto les cuesta volcar en las escuelas, es decir, donde deben hacerlo- licitó la obra. Pero lo hizo mal. Volvió a licitarla en abril, pero quedó vacante porque el presupuesto “se había devaluado”. Lo mismo ocurrió en mayo. Ahora dicen que todo “está encaminado”.

¿Qué sienten las docentes que trabajan así cuando escuchan hablar de calidad educativa? “Es terriblemente chocante. Calidad educativa, igualdad de oportunidades, equidad. Nosotras recibimos niños muy pobres. En invierno muchos vienen en ojotas. En el aula se rascan la cabeza porque tienen piojos. Tenemos que darles de comer. Y a mas de 100 por año los tenemos que dejar a la deriva. Eso, sumado a que sus familias son analfabetas y en algunos casos ni siquiera hablan el español. Es la exclusión total”, subrayan en El Peligro.

El 80% de los 11.213 edificios escolares públicos de la Provincia tiene problemas de infraestructura y el 60% problemas “serios”, dicen en el gobierno.

Maestras y auxiliares, en silencio, sostienen la educación. Está a la vista. Sólo se trata de recorrer, observar, escuchar.


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