(Por Juan Llach, sociólogo
y economista, ex ministro de Educación de la Nación. La Nación, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, jueves 22 de junio de
2017)- Escuelas ricas
para los pobres, clave del cambio. El combate contra la desigualdad hay que
empezar a darlo en las aulas, según surge de los resultados de las pruebas
Aprender 2016.
Las pruebas Aprender
2016 evaluaron, con muestras y censos, los aprendizajes de estudiantes
primarios y secundarios de la Argentina, y aportaron información muy relevante
para las prácticas y las políticas educativas. Es frecuente pero erróneo, sin
embargo, llamarlas "evaluaciones de la calidad educativa". Su
objetivo es medir aprendizajes de lengua, matemática y ciencias naturales y
sociales. Disciplinas ciertamente esenciales, pero que no agotan el vasto campo
de la educación, al no incluir, por ejemplo, la ética ni las habilidades
socioemocionales.
A contramano de lo que
hacen los países en los que la educación progresa, es la primera vez desde 2000
que se evalúa con un censo a los alumnos de la escuela primaria. En la escuela
media, en cambio, la prueba Aprender 2016 es el tercer censo desde 2010 para
los alumnos de su último año. Las autoridades nacionales se proponen algo casi
inédito: devolver a las escuelas los resultados de estas pruebas, lo que es
esencial para su mejora. Mucho dependerá de las 24 jurisdicciones facilitar
esta tarea y poder construir así una política educativa escuela por escuela,
como debe ser. Aprender identifica 1348 escuelas de gestión estatal de las
zonas más pobres, muchas rurales, en las que más de la mitad de los alumnos
alcanzaron resultados satisfactorios o avanzados. Sin perjuicio de estudios
comparados más profundos, parece urgente acercarse y aprender de estas escuelas
y difundir sus prácticas y gramáticas. También es importante compartir estas
informaciones con los alumnos y sus familias, lo que puede hacerse sin violar
los límites impuestos por el artículo 97 de la ley de educación nacional.
Sin embargo, pese a
algunos destellos, los resultados de Aprender 2016 no son alentadores. Así
puede verse en
http://aprenderdatos.educacion.gob.ar/binarg/RpWebEngine.exe/Portal?lang=esp,
con mucho detalle, por lo que brindaré aquí unos pocos números. En el último
año de la secundaria, el 46,4% de los estudiantes no supera el nivel básico en
lengua y el 18% no lo alcanza. En matemática la situación se torna dramática,
dado que el 70,2% de los estudiantes no pasan del nivel básico y el 40,9% ni
siquiera lo alcanzan. Los resultados son mejores en la escuela primaria,
bastión histórico de la educación argentina. En lengua, baja a 33,2 el
porcentaje de alumnos que no superan lo básico, y sólo un 14,5% no llegan a él.
Como siempre, matemática da más dolores de cabeza, y tales valores suben al
41,4% y 18%, respectivamente. Los logros por nivel económico-social (NES)
muestran diferencias estridentes. En la escuela media, el 61,7% y el 87,3% de
los estudiantes de NES bajo no superan el nivel básico en lengua y matemática,
respectivamente, y 23% y 40,9% tampoco lo alcanzan. Aunque las diferencias
entre el NES bajo y el alto son grandes, de entre 20 y 40 puntos porcentuales,
los sectores pudientes no deberían verlo como un logro, porque el 30% de sus
estudiantes en lengua y el 45% en matemática no superan el nivel básico. Como
desde hace mucho tiempo, las mujeres muestran mejores resultados en lengua y
los varones en matemática, y, por escaso margen, también en ciencias naturales
y sociales.
Los resultados son
mejores en las escuelas de gestión privada que en las estatales, especialmente
en primaria. Esto se debe a las crecientes diferencias socioeconómicas entre
quienes asisten a unas y a otras. Del 20% de alumnos de menores recursos, un
93% concurre a escuelas de gestión estatal, porcentaje que cae al 40 en los
chicos del quinto superior de la pirámide social. En la escuela media, los
porcentajes son algo menores, pero similares. Hay evidencias contundentes de
que el nivel socioeconómico es el principal determinante de los resultados
educativos y también de los logros de las escuelas estatales y privadas. Pero
faltan estudios para determinar si, además, están jugando algún papel la mayor
cantidad de días de clases en las escuelas de gestión privada y su mayor
previsibilidad, factores que hace tiempo impulsan una sostenida emigración
hacia ellas de alumnos que asistían a las escuelas estatales. En fin, las
diferencias entre jurisdicciones también son abismales. Por ejemplo, en
Santiago del Estero sólo 15% de los estudiantes secundarios superan el nivel
básico en matemática, en la provincia de Buenos Aires un 31% y en la ciudad de
Buenos Aires, el 52%.
Pueden encontrarse
algunas buenas noticias. En lo que va del siglo, cuatro provincias lograron
aproximar sus rendimientos a los de la ciudad de Buenos Aires, tradicionalmente
la de mejor desempeño. Ellas son Chubut, Córdoba, Corrientes y La Pampa, y lo
más probable es que esto sea fruto de sus políticas educativas. Valga como
ejemplo la generalización de la jornada extendida en el segundo ciclo de la
escuela primaria en Córdoba. Otra buena noticia es la mejora de los resultados
de las pruebas Aprender respecto de la evaluación anterior (ONE 2013) tanto en
primaria como en secundaria, aunque empeorando en matemática.
Los insatisfactorios
logros de Aprender 2016 y de pruebas anteriores se oscurecen aún más por
coincidir con un posicionamiento regional también desfavorable para la
Argentina. Su ubicación en América latina viene cayendo en las dos evaluaciones
internacionales en las que participamos con frecuencia: las de la Unesco en
primaria y las PISA (OCDE) en secundaria. Mientras a fines del siglo pasado
nuestro país era primero o segundo en la región, hoy hemos caído a entre el
quinto y el octavo lugar, según pruebas y disciplinas evaluadas. No es válido
el argumento de que este retraso se debe a una mayor escolarización porque en
la mayoría de los países que ahora nos superan ella ha crecido más que en la
Argentina.
Tanto la eficaz
realización de la prueba Aprender 2016 como la rápida publicación de sus
resultados son encomiables. Se imponen ahora estudios más completos y
sistemáticos de los factores determinantes de los aprendizajes y de las
falencias de los chicos y jóvenes argentinos en este casi cuarto de siglo de
evaluaciones, para extraer conclusiones más amplias y sólidas que ayuden a mejorar
las políticas educativas y las prácticas escolares.
Cualesquiera sean tales
conclusiones no reemplazarán un camino, a mi juicio elemental, que es dar
prioridad a las escuelas y zonas más necesitadas en todas las políticas y
programas educativos hasta lograr escuelas ricas para los pobres, escuelas
estatales que en vez de eyectar alumnos hacia la gestión privada los retengan,
atraigan a otros nuevos y logren mayor integración social. Todo programa
educativo lleva años o aun lustros hasta completarse, ya se trate de la
extensión de la jornada escolar, la construcción de jardines maternales e
infantiles, la formación o capacitación docentes, el logro de competencias
laborales en la enseñanza media o la distribución de computadoras. ¿Por qué no
se los inicia por las zonas más necesitadas, dando así también la oportunidad
de evaluar sus resultados y eventualmente corregirlos o mejorarlos? Esto rara
vez ocurre y la pregunta espera respuesta desde hace ya demasiado tiempo.
Ahora, cuando Aprender nos reconcilia con verdades educativas esenciales, es
momento de institucionalizar vías eficaces para poner al alcance de los más
necesitados una educación de calidad. Empezar por los más chicos y por los más
pobres es el camino más seguro para dar a todos una educación de calidad y
construir así una sociedad con menos pobreza y menos desigualdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario