John Irving, Personas como yo, novela, Buenos Aires, Tusquets, “Andanzas”,
2013, 468 páginas.
Sin duda el haber disfrutado
de las primeras novelas de este escritor estadounidense hace que hayamos
generado un particular sentimiento de cariño y afinidad con las idas y vueltas sus
historias y multiplicidad de personajes, por eso, aunque sea a regañadientes y
protestando por el precio de los libros, nos sentimos obligados a seguirle la
pista y, más temprano que tarde, leer cada uno de sus intentos aun cuando
los últimos nos hayan dejado un gusto
amargo en la boca. Ya no se dejan masticar jugosos como El mundo según Garp, El hotel
New Hampshire o Príncipes de Maine,
reyes de Nueva Inglaterra.
Personas como yo
(In one person) acentúa ese mal sabor
y agiganta la sospecha de que a lo mejor John
Irving ya dijo todo lo que tenía para decir y lo mejor es que, como su
colega Philip Roth, se llamara a silencio, gesto con el cual nos invitaría a
revisitar sus clásicos con mejor gana.
Sobre el final de esta Personas
como yo el joven Kittredge, hijo del enemigo/amor prohibido de Billy, el
personaje central, le dice que ha leído todas sus obras y que sabe bien cuál es
el truco: presentar criaturas que se caracterizan por sus almas torcidas, pero
a las cuales el fluir del relato convierte en “normales” para que el lector
termine por vincularse empática y emocionalmente con ellos. Y en verdad el procedimiento así descripto bien
puede extenderse y “explicar” el conjunto de la narrativa irvingniana.
El problema con Personas
como yo es que, una vez más, repite el algoritmo, pero con demasiada
determinación y sin permitirse el más
mínimo desvío. Todo cierra demasiado y demasiado bien. Incluso la reunión fugaz
del hijo con el padre sobre el final, casi como una moraleja.
El otro aspecto que
molesta es la excesiva corrección política del relato. El muchacho que, ya
escritor famoso, vuelve a la tierra de la infancia como profesor y colabora
desde su puesto para que esta nueva generación
pueda realizar su deseo según le plazca y disfrute de la vida cualquiera
sea la orientación sexual que haya elegido.
Casi da como para jurar
que nunca más volveremos a tocar un libro de John Irving, pero…
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