Milan Kundera, La despedida, novela, Barcelona, Tusquets, “Esenciales”, 2005, 250 páginas,
traducción del original checo por Fernando de Valencuela.
No somos seguidores de
las obras de Milan Kundera. Hemos leído
al escritor checo más en reportajes, citas y menciones que a través sus propios
textos, como se debe. Nuestra lectura única hasta el momento era esperable: La insoportable levedad del ser, hace
unos cuantos años atrás y empujados por las movidas del momento.
Ahora leímos ésta, La
despedida. Fue después de haber trajinado el último libro de John
Irving y, casi obligada, la primera conclusión es que se trata de una novela “europea”,
aun cuando sea difícil de precisar el adjetivo.
En todo caso hay
descripciones de la opresiva arquitectura funcional-estalinista por donde se mueven los
caracteres, que por momentos son detalladas y morosas, pero que sin embargo el
resultado es que nunca lo son en exceso y pierden así parte de su materialidad;
se vuelven abstractas, simbólicas.
Hay un manojo de
personajes que se entrecruzan y confunden ganas y ansiedades que nunca conectan
bien -siguiendo un poco la fórmula clásica del desencuentro del tipo A ama a B,
B quiere a C, C busca a D, D ama a A…-. De cualquier modo lo que inicialmente
no aparece del todo a poco andar brilla evidente: hay una relación de utilidad los mueve a todos; en algún caso puede tener
que ver con la necesidad de dinero o de un lugar más cómodo donde vivir o,
cuando eso ya se tiene, con un más retorcido deseo de manipulación o vampirismo
espiritual. En todo caso, la moraleja que se extrae intenta rozar cierta aseveración
filosófica acerca de los hombres y sus relaciones.
La despedida
es una buena, dura e interesante novela, y encima felizmente distinta a lo que
a uno últimamente lo empujan a leer.
Posdata: es una
agradable sorpresa que se haya utilizado para la tapa de esta edición un lindo dibujo
de Federico García Lorca.
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