Son
dos números, el 25 y el 40. El primero es el que agrupa la
acumulación inflacionaria del año de acuerdo con el gobierno; el
segundo, a trazo grueso, el de las mediciones de las provincias y
encuestadores privados, además de las mediciones paralelas de
algunos sindicatos. No se trata de una cuestión deportiva, por
cierto, a ver quién gana, aunque sea sobre la hora y codazo de por
medio. No.
Por
eso las cámaras empresariales que vienen enfrentando cada vez más
fuertemente al gobierno, y hasta se han presentado ante la justicia
para impugnar la constitucionalidad de la ley de abastecimiento, sin
embargo y a contrapelo, han apuntalado la idea de que la inflación
es bastante menor al cuarenta, se acerca más a lo calculado por los
hombres de Axel Kiciloff (quien dicho sea de paso nada dice acerca de
que el presupuesto 2014 por él mismo “calculado” vaticinó una
inflación del 9 por ciento).
Las declaraciones en el mismo sentido
de los mandamases de la Confederación General del Trabajo y la
Central de los Trabajadores Argentinos oficialistas son
particularmente miserables. ¿Por qué?
Porque
en definitiva lo que se esconde detrás de la guerra de cifras son
los niveles de aumento salarial que los trabajadores argentinos van a
pelear y cosechar en este 2015.
Las
estimaciones de varios sindicatos docentes es que en los doce meses
que cierran los sueldos habrán retrocedido entre un siete y un diez
por ciento. ¿Será otro diez la cifra que busca el gobierno para el
2015 en un cuadro de recesión, retroceso del consumo, ajustes varios
y creciente desocupación?
Detrás
de dos números, 25 y 40, se abre una pelea decisiva, que por ahora
el cadáver de un fiscal ha corrido del centro del escenario.
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