Missouri
fue declarado por las autoridades en “estado de emergencia” y de
inmediato se dispuso el cierre de las escuelas en la región. Fue una
acción destinada a imponer una atmósfera de terror, como para que
todos se quedaran en sus casas y permitieran así que pudiera
instalarse una “zona liberada” para el movimiento cómodo las
fuerzas represivas. Que son policías y no lo son, dado que en los
Estados Unidos se les permite últimamente pertrecharse con los
remanentes de armas y municiones que el ejército desecha de sus
aventuras bélicas por Afganistán, Irak y otros espacios
planetarios.
Sin
embargo, pese a los aprietes e intimidaciones las protestas se
extendieron por todo la nación, especialmente, claro, dentro de la
comunidad afroamericana indignada porque la justicia decretó la
inocencia de Darren Wilson, el cop que fusiló al joven negro
Michael Brown.
Una
maestra negra escribió una nota destinada a los padres explicando por
qué debían presionar para que los colegios, profesorados y
universidades permanecieran abiertos, como centros de reunión,
organización y debate comunitario, y por qué razón no debían
dudar, pese a las advertencias oficiales, en estimular la
concurrencia de sus hijos a las aulas de siempre.
En
un párrafo de su sentida argumentación comenta que, desde el crimen
de Brown, ocurrido en agosto pasado, la municipalidad ha facilitado a
la policía de St. Louis los doscientos mil dólares que se gastaron
en gases lacrimógenos y balas de goma; ellos, los mismos que vienen
postergando el arreglo del micro escolar y del campo de deportes
debido a los recortes presupuestarios.
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