(Por Gustavo Veiga. Página 12, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lunes 9 de junio de 2014)- La metamorfosis de César Luis Frilocchi quedaba a tono con la última dictadura. Pasó de ser estudiante crónico a personal no docente y agente de inteligencia en la ciudad de Santa Fe. También llegó a cumplir los tres roles al mismo tiempo, que le permitieron mantenerse en el anonimato entre 1976 y 2010, infiltrado en la Universidad del Litoral (UNL). Cuando el gobierno nacional divulgó las listas del personal civil que integró el Batallón 601, pareció que se acabaría su impunidad. En parte ocurrió y en parte no. Hoy continúa en el cargo de director general de Diplomas y Fiscalizaciones de la UNL. Un sector administrativo semejante al que ingresó en abril del ’76, un mes después del golpe. Ni el pedido del secretario de Derechos Humanos provincial, Horacio Coutaz, al rector Albor Cantard, ni presentaciones de organismos de derechos humanos para exigir su remoción, ni un par de movilizaciones lograron su desplazamiento.
En lenguaje cinematográfico, la vida de Frilocchi en el primer lustro de los años setenta cabe en un plano secuencia. Arrancó en 1970-71, cuando ingresó a la Facultad de Ingeniería Química. Luis Larpin, ex integrante del centro de estudiantes, quien además estuvo detenido entre 1975 y 1983, recuerda que el agente del 601 “vivía en casas de otros compañeros de la carrera y siguió cursando hasta la mitad de la dictadura. Pero nunca pasó de primer año”. Los que no pasaron de mayo del ‘76 como alumnos de la UNL fueron treinta estudiantes. Los expulsaron a todos, incluido Larpin, quien ya estaba preso cuando se tomó la medida. A seis de ellos, todos de la JUP, los secuestraron: Ernesto Luis Duarte terminó asesinado y Rosa Raquel Alvira, María Rosa Baronio, Horacio Arístides Martínez, Carmen Liliana Nahs y Jorge Alberto Torrent siguen desaparecidos.
Frilocchi usaba los libros de estudio en clave paródica, ya que los verdaderos libros, legajos y documentos de los que se ocupaba eran otros. Estaban en la sección Alumnado de Ingeniería Química. Había sido designado ahí por el coronel José Núñez, interventor militar de la UNL en abril. Un mes después se concretaron las expulsiones. El empleado y aparente estudiante todavía no revistaba formalmente en el 601. Ingresaría a su planta de seis mil integrantes un tiempo después. También empezaría a usar dos nombres falsos: Carlos Leandro Fittipaldi y Carlos Lucas Fernández.
El contexto en que se desempeñó Frilocchi desde el ’76 derivó en lo que se denomina Plan Cóndor Universitario. Varios trabajos periodísticos dieron cuenta de él a partir de 2007. Uno de los más recientes lo realizó el santafesino Nicolás Lovaisa para los medios Código 3000 y Redacción Santa Fe. Una de sus fuentes, Gustavo González, titular del Centro de Investigación y Capacitación de Estudios de Opinión Pública, describió una parte de ese plan, la local. “El sistema tenía una organización clara. Cuando un alumno era expulsado o suspendido de cualquier facultad del país, se informaba de esa medida al rectorado, y el rectorado a su vez ponía al tanto a todas las universidades de Argentina, por lo que un estudiante expulsado o sancionado en una universidad no podía ingresar en ninguna otra. Acá funcionó un Plan Cóndor Universitario que se dedicó a perseguir alumnos, docentes y no docentes en todo el país”, señaló González.
Pero el sistema de delaciones excedía las fronteras de Argentina y alcanzaba a todo el Cono Sur. Las primeras pruebas se descubrieron en la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Eran fichas de alumnos paraguayos, peruanos, bolivianos, colombianos y ecuatorianos que sufrieron la persecución ideológica del régimen militar.
El valor que tenía la inteligencia para la dictadura en el ámbito académico quedó reflejado en sus bandos y normas. El 29 de marzo del ’76 aprobó las Disposiciones de Emergencia para las Universidades en el marco de la ley 21.276. En su artículo 12 decía que era “incompatible con el ejercicio de la docencia universitaria o funciones académicas que les sean correlativas, todas aquellas actividades que se aparten del propósito y objetivos básicos fijados por el Proceso de Reorganización Nacional”. Ergo, quedaban prohibidos el “adoctrinamiento, propaganda, proselitismo o agitación de carácter político o gremial, docente, estudiantil o no docente”.
González añadió que “el grado de control era tal que encontramos requerimientos de comisarías exigiéndoles a las autoridades que remitieran informes sobre los libros que los alumnos sacaban de la biblioteca. Así que si vos ibas y pedías un libro de Marx, quedabas fichado como marxista. No son casos aislados ni anecdóticos: esto da cuenta de un sistema que se extendió a todo el país. Es posible encontrar más de estos archivos en otras universidades”.
El caso Frilocchi podría resultar emblemático si persistieran en el tiempo las denuncias contra él y los distintos pedidos para que lo aparten de su cargo en la UNL. El secretario de Derechos Humanos Coutaz dijo que “no sólo era agente secreto, sino que su labor en inteligencia estaba dentro del campo estudiantil, era efectivamente de calle y riesgosa, como surge de su legajo”.
Larpin contó que “ya hubo movilizaciones para pedir la salida de Frilocchi ante el rectorado de la UNL y la Facultad de Ingeniería Química. Hay una alta sospecha sobre lo que hizo a partir de su designación en el ’76, incluso después, ya en democracia. En el ’82-’83 militaba en Intransigencia y Movilización Peronista, la agrupación a la que pertenecían Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi, secuestrados y asesinados en los meses finales de la dictadura”. En efecto, el 14 de mayo de 1983, ambos fueron interceptados en el bar Magnum de Rosario y conducidos a la provincia de Buenos Aires, donde aparecieron sus cuerpos torturados y acribillados.
Un ex preso político y dirigente histórico de la seccional UPCN santafesina, Francisco “Pancho” Klaric, declaró en marzo pasado en Rosario/12: “Lo que hemos podido averiguar es que Cambiaso venía desde Paraná, donde había otro PCI infiltrado de apellido Torres que avisó a Frilocchi que el Viejo (como lo llamaban) venía a Santa Fe y al día siguiente del acto se reuniría en Rosario con Pereyra Rossi (que integraba la conducción nacional de Montoneros). El 14 de mayo se produjo el secuestro de los dos en el bar Magnum. Esta es la demostración de quién es este señor Frilocchi”.
Una denuncia judicial pesa ahora sobre el ex servicio de inteligencia que sigue trabajando con un cargo jerárquico en la UNL. Su rector, Albor Cantard, radical, tiene en sus manos la resolución administrativa que descomprimiría la situación, aunque la investigación sobre el papel que cumplió como agente del 601 recién comienza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario