La encuesta se enmarca
en las movilizaciones convocadas por la comunidad educativa, que incluyen una
huelga general de estudiantes, padres y docentes para el próximo jueves y una
marcha verde hacia la Moncloa a principios de noviembre, le explicaron en la
sala de profesores y al rato le acercaron las planillas. Una pila, todas
prolijamente llenas y encolumnadas, listas para la entrega. “Te va a parecer una joda”, le dice el delegado
que se la había acercado durante el recreo, “pero la tuya puede ser la firma número un millón”.
Se asombra y después le
pregunta: “Y de serlo, ¿qué me gano? ¿Un
viaje a Las Bahamas o algo así”. “No”,
le contesta el otro, “la conciencia
tranquila, nada más y nada menos”.
Al día siguiente ni
bien se levanta escucha por la radio que la Plataforma Estatal por la Escuela
Pública entregó en el Palacio de la Moncloa, sede del poder central en España,
un millón de firmas contra la reforma educativa del gobierno, a la que se
califica de elitista y segregadora.
Mientras desparrama
mucha mermelada sobre la tostada, se ríe y la grita a su esposa que recién sale
de la ducha: “Èse soy yo”. “¿Qué cosa?”, le pregunta la mujer que como se perdió los capítulos anteriores
no entiende de qué le está hablando. “El
que se sacó el millón, y pensar que en mi puta vida ni siquiera había embocado
una rifa…”.
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