Finalmente
cayó el ministro de Educación, Harald Beyer. Los estudiantes chilenos ven en el
boliche las imágenes por la televisión y celebran con los vasos en alto y un
entusiasmado “Eeehhh”, aun cuando la
información ya había circulado unas cuantas horas antes y no era ya ninguna
sorpresa.
Después
el periodista entrevista a un miembro del sindicato docente. “Este proceso, que
termina con la destitución de Beyer, no es más que la manifestación clara de
que nuestro sistema educacional está en una profunda crisis”, lee el
representante gremial en una declaración el Colegio de Profesores, tras ser
aprobada la acusación constitucional por el Senado. Beyer,
el tercer ministro de Educación de la administración Piñera, fue destituido por
abandonar sus deberes en el enfrentamiento al lucro en la enseñanza, sanción
que le prohíbe ejercer por cinco años cualquier cargo público, pese a que no
recaigan sobre él la imputación de un delito y un juicio penal.
Según
subraya el profesor, la experiencia le debe servir al gobierno para entender
que el único camino posible es abordar los problemas de fondo que ham generado
la educación de mercado, propiciar los cambios estructurales que se requieren y
que con tanta urgencia piden estudiantes, maestros, organizaciones sociales y
la ciudadanía en general.
Los
estudiantes siguen las palabras con atención relativa, ya saben de memoria lo
que van a escuchar y aunque lo comparten les suena un poco a cassette. De inmediato
quitan la vista y las orejas de la pantalla, se miran sonrientes y cómplices,
como si todos estuvieran haciendo la misma cuenta en el pensamiento y sumaran al
unísono que éste es el tercer ministro que le voltean al presidente Sebastián Piñera.
Entonces vuelven a brindar y al griterío.
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