Tras
muchos días de paro, las posiciones de los maestros colombianos y de
la Ministra de Educación, Gina Parody, se mantenían inamovibles. No
había posibilidad de acuerdo sobre los salarios, ni sobre los
beneficios en salud y mucho menos sobre la evaluación docente. Al
menos ése era el panorama que describían todas las noticias que
había podido leer en medios diversos.
Ocurrió
de repente; el fin de semana que siguió se supo que había un
acercamiento y para el lunes la dirigencia había llegado a un
acuerdo con el gobierno de Colombia. Sorprendido por la información,
no lo estuvo tanto cuando sus ojos recorrieron la foto grande que
acompañaba a la crónica. Se veían allí los miembros borrosos de
una asamblea docente, y detrás una gran pared descascarada donde los
maestros más encendidos por la bronca habían estampado:
“Traidores”.
Entonces
entendió que, una vez más, la burocracia sindical había metido la
cola. Y esa película ya la vimos, la conocemos de memoria, concluyó resignado mientras recordaba los ejemplos nacionales del caso y pasaba la página del diario rumbo a los deportes.
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