(Por
Daniel Mecca. Prensa Obrera, número 1.344, Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, jueves 11 de diciembre de 2014)- "Un tornillo
cayó al suelo / en su negra noche de horas extra. / Cayó vertical y
tintineante / pero no atrajo la atención de nadie, / igual que
aquella última vez, / en una noche como ésta, / en la que alguien
se lanzó al vacío".
Los
versos, escritos por el poeta Xu Lizhi en 2013, se corporizaron en
él: Xu se quitó la vida el 30 de septiembre de este año al
arrojarse por la ventana de su dormitorio en la ciudad de Shenzhen.
Tenía 24 años.
Su
historia es la de muchos: fue uno de las decenas de obreros de
Foxconn -la compañía que ensambla en China el iPhone- que se
mataron desde 2010 por la explotación feroz en sus plantas.
Foxconn
es el mayor fabricante global de componentes electrónicos. La firma
es la mayor tercerizada del planeta. Instalada en China, emplea 1,4
millones de trabajadores, distribuidos en 28 centros de trabajo
(Prensa Obrera, 21/2/13). En Shenzhen son 800 mil.
Cuentan
que Xu Lizhi escribía poesía en sus ratos libres. Que nació en un
pueblo de la sureña provincia de Cantón. Que viajó a la ciudad,
para buscar trabajo, como millones de jóvenes de su edad. Que en
2011 consiguió ingresar en Foxconn (EFE, 29/11).
Sus
versos hablan de la vida en la fábrica. De la explotación en la
fábrica. Pero sus líneas también hablan del cielo. De mirar otra
vez el mar. De subir una montaña. De querer ser libre. Sus poemas
-el sentido de creación- empuñaron ese intento de pronunciar la
vida. Su poesía fue la rebelión.
En
Foxconn, la rebelión no sólo se expresa en la poesía de jóvenes
obreros como Xu. En China, las huelgas han aumentado casi un tercio
en el primer trimestre de 2014 respecto al año anterior (ABC, 21/4)
pasando por encima de la contención de las burocracias de los
sindicatos. En abril de este año, por ejemplo, hubo una gran huelga
por aumento salarial contra el fabricante de zapatillas Yu Yuan
(tercerizada de Nike, Adidas, Reebook, etc.), en siete de sus diez
plantas. En octubre, también lo hicieron los propios trabajadores de
la Foxconn (EFE, 10/10).
Tras
la ola de suicidios de 2010, el dueño de Foxconn dispuso un aumento
salarial del 30%, entre otras medidas, que buscaron ser un dique de
contención a la enorme presión obrera. Lo mismo sucedió en 2013
con el planteo de esta patronal (junto con el gobierno y las
burocracias gremiales) de que se eligieran delegados en el conjunto
de las plantas.
Pero
la explotación siguió. Tras la jornada laboral, Xu Lizhi volvía
una y otra vez a su dormitorio de trabajadores (se trata de
"ciudades-empresas"). Como aquella vez, en 2013, donde
anotó: "Soy como un muerto / que abre lentamente la tapa del
ataúd". La opresión no tiene adjetivos.
La
noche anterior a quitarse la vida dejó un último poema: "Quiero
mirar otra vez el mar, observar la inmensidad de las lágrimas de
media vida. / Quiero subir otra montaña, tratar de devolver la
llamada al alma que he perdido. / Quiero tocar el cielo, sentir el
tono azulado tan ligero. / Pero no puedo hacer nada de esto, así que
estoy dejando este mundo".
Se
mató a finales de septiembre. No hubo mares. No hubo cielos. No hubo
nada. Sólo la muerte y las condiciones de explotación que la
aceleraron. El poeta escribió: "La juventud se detuvo en las
máquinas, murió antes de tiempo". A Xu Lizhi lo trepó la
muerte pero no el olvido. Un trabajador de Foxconn le dedicó un
poema: "Vos morís en mi lugar, y yo sigo escribiendo en el
tuyo".
Tras
el suicidio, amigos y compañeros del joven poeta decidieron
recopilar sus poemas, traducirlos al inglés y publicarlos en
internet, donde en las últimas semanas se han convertido en todo un
símbolo para muchos jóvenes obreros emigrantes como Xu (ídem
anterior). En su poesía late el porvenir.
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