domingo, 14 de diciembre de 2014

Trámite burocrático

Lo tiene todo bien diagramado porque en ésta, la última clase, no queda verdaderamente un minuto que perder. De modo que desecha a los que ya ostentan los laureles sobre las sienes y a los que se calcinaron en el horno, para dedicarse a los estudiantes que están haciendo equilibrio en el límite de llevarse -o no- parte o toda la materia.

Son dos o tres preguntas para cada uno, y después mira en la libreta algunas marcas con cruces o rayas de la clase anterior, agrega las notas parciales ya entregadas, bate, promedia y decide. Lee a continuación exclusivamente los apellidos de aquellos que tienen que presentarse en siete días a las clases de consulta para recuperar en siete días más uno o más contenidos correspondientes a uno o más trimestres en cada caso.

Unos sonríen, otros ponen cara larga, pero la verdad es que no hay demasiada sorpresa, todos más o menos ya conocían sus respectivos destinos.

Ahora es tiempo de llenar las planillas. Escribe apellido y nombre, la división, la fecha y después marca con una cruz aquellos temas que serán evaluados a partir de la segunda semana de diciembre. Los convoca al escritorio de a uno; el papel verde le queda al estudiante y lleva la firma del profesor, el papel blanco lo conserva el docente y debe ser firmado por el joven notificado. Mientras completa el trámite, un alumno le dice: “Parece el cajero de un banco”, y él siente que realmente es así. Se imagina en ese instante con un sello gigante y burocrático en su mano, antes que tratando de desenvolver algún tipo de conocimiento.


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