Hace
rato ya que se congregaron y empezaron a marchar. La pausa no tiene
que ver con la falta de entusiasmo e indignación, todo lo contrario,
ni tampoco con que sean pocas, al revés que en otras ocasiones la
coincidencia de fechas con el Encuentro Nacional de Mujeres que se va
a llevar adelante en la ciudad el fin de semana determina que las
manifestantes sean más que nunca.
No,
el problema es el calor que de pronto brotó de entre las piedras. La
temperatura ya superó largamente los treinta grados en la capital
salteña, y aunque la noche comienza a asomar, el termómetro no
cede. Se pasan las botellas de agua, se secan los rostros con papeles
de papel o simplemente con las manos, y dan por terminado
el recreo y vuelven a alzar los carteles y gritar las consignas.
Los
gritos de bronca cuentan que Evelia Murillo era una docente rural de
la provincia de Salta que fue asesinada de un disparo por un violento
cuando quiso dar refugio en su escuela a una joven wichi que ese
mismo hombre venía golpeando y persiguiendo. Y denuncian que, aunque
el asesino fue capturado, la falta de presupuesto y acciones
concretas para prevenir la violencia social es igual o más culpable
de su muerte, como de la decena de feminicidos que en el norte del
país trágicamente se vienen sumando en los últimos meses. El
afiche impreso a las apuradas que mientras marchan van dejando en las
paredes como quien da a conocer un manifiesto dice en letras grandes:
“Tod@s
somos Evelia”.
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