(Por Aldana Vales. Página 12, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, miércoles 15 de octubre de 2014)- A través de relatos orales y documentos recuperados, el nuevo centro busca reconstruir las historias de estudiantes, profesores y no docentes que pasaron por la facultad en el período comprendido entre 1966 y 1983.
“Si nadie habla, nadie crece”, escribió Fernando Araldi Oesterheld, nieto del autor de El Eternauta, en un libro editado a mediados de este año. La frase, además, la pronunció recientemente Graciela Daleo (foto), sobreviviente de la ESMA y coordinadora de la Cátedra libre de Derechos Humanos (Filosofía y Letras-UBA), al presentar el centro de documentación Universidad y dictadura creado en la facultad. Porque el centro, precisamente, recupera el testimonio de quienes fueron docentes, estudiantes y trabajadores de la facultad durante el período 1966-1983 para echar luz sobre las prácticas cotidianas de aquellos años.
¿Cómo era la vida en las aulas, las clases, los pasillos de la facultad? ¿Cuáles fueron los debates y las lecturas compartidas en la institución en el período? A través de relatos orales y documentos recuperados, el nuevo centro de documentación busca reconstruir las historias de quienes pasaron por Filo en esos años y dar respuesta a esas y otras preguntas.
La creación de un centro de documentación era uno de los objetivos del programa Universidad y Dictadura de la facultad, que desde 2006 se dedica a investigar y reconstruir la memoria histórica de la institución entre el comienzo de la dictadura de Juan Carlos Onganía en 1966 y el regreso a la democracia en 1983.
La elección del recorte temporal se basa, según explicó Daleo en la presentación, en que es precisamente el período en el que la universidad empezó a “salirse de esa caracterización sostenida desde muchos lados a mediados de los ’50, en la que aparecía como encerrada en una torre de marfil, que podía ejercer su autonomía en un país en el que vastos sectores populares sufrían”. Con la llegada de la represión, los bastones largos empezaron a derrumbar esa torre y la realidad de la universidad se fue correspondiendo cada vez más con lo que se estaba viviendo a nivel nacional, donde miles de militantes políticos comenzaron a ser perseguidos, relató Daleo.
Más de cuatro décadas después, el centro se propone entonces como un espacio para reconstruir esas vidas y la de la propia facultad desde múltiples accesos: discusiones, programas, debates, controversias, subjetividades individuales y colectivas, así como también busca interrogar las utopías que se proyectaban para el país y el tercer mundo. “La política estatal genocida al interior de la facultad –señaló Daleo– procuró eliminar toda esa generación de conocimiento y praxis crítica.”
En este tiempo de trabajo se digitalizaron legajos, se reunió información sobre estudiantes, docentes y trabajadores, se realizaron entrevistas a sus familiares. “Hubo y hay quienes nos abren su memoria y sus archivos y se exponen con generosidad, pero no todos aquellos con los que hemos intentado han respondido de esta manera”, sostuvo Daleo.
Conforme avanzó el trabajo también se recuperaron volantes, clases, programas, dictámenes, resoluciones, planes de estudio, actas de examen. Todos documentos que ayuden a recrear el aire que se respiraba en la Filo de esa época. Pero los papeles no muestran debates, no expresan vivencias en los rincones de la facultad. La principal intención, sostienen desde la cátedra, es que sean las propias palabras de quienes vivieron esa época las que transmitan la memoria de esos años y no solamente la documentación institucional que han relevado.
Por eso, no se trata sólo de una recopilación de documentos y entrevistas, sino de “la construcción de un caudal” para que el material reunido pueda ser utilizado por investigadores y quede a disposición de toda la comunidad. A la facultad, sostuvo Daleo, “le concierne explorarse a sí misma y conocer su historia, en correspondencia con memorias y presencias, luchas, ausencias en cada etapa de la historia del país, del que forma parte la universidad”.
Una mirada superficial, sostuvo, puede quedarse en ver a la universidad como víctima “de la política dictatorial que la intervino, recortó presupuesto, la sembró de delatores, amputó carreras y le impuso planes de estudio y desapareció a cientos”. Pero los documentos también hablan de funcionarios que armaron “listas negras para prohibir el ingreso a las aulas, a la docencia”, por su relación “con la subversión”. “Reconocer la huella humana en la institución interpela a la facultad y a quienes somos de esa época”, remarcó Daleo, por aquellos años militante de Montoneros.
Así, el relato de quienes fueron docentes, estudiantes, trabajadores de la facultad durante ese período se ve plasmado en los documentos que durante este tiempo se fueron recuperando, pero desde el programa universitario convocan a quienes puedan aportar nuevos testimonios para que, con cada colaboración, continúe creciendo la posibilidad de recorrer esos pasos y seguir las huellas de quienes estuvieron dentro de la institución, porque, como remarcó Daleo, “la memoria es estar con otros y otras en esos lugares”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario