En
el margen de una de las reuniones institucionales, el rector de un
colegio de la Capital Federal comentaba que lo que más le molestaba de concurrir
a las reuniones programadas por Educación de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires para las autoridades es que los eventos son acaparados
por las preguntas de los encargados de las instituciones privadas,
sobre todo los de aquellas que cobran subsidios. Al parecer la
cantidad de los interrogantes es directamente proporcional a la suma
que mensualmente les depositan desde el gobierno porteño.
Cada vez
que se habla de agregar un modulo más a, por ejemplo, el área de
Estética, alguien levanta la mano e inquiere: “pero ¿el gobierno
se va a hacer cargo de ese plus?”; cuando se señala la posibilidad
de desdoblar una materia en una suerte de seminario o taller con
menor cantidad de estudiantes, la observación versa así: “pero
así aumenta la carga horaria, ¿el gobierno abonará también esa
diferencia de horas?”.
Si
a ese panorama se suma la justificada preocupación de los profesores
por la pérdida de horas (o sea: reducción de sueldo), que comparten
desde los sindicatos hasta las facultades y terciarios que no quieren
que se devalúen las salidas laborales que ofrecen a sus egresados,
pues ya tienen el panorama completo de lo que se discute en torno a
la publicitada NES, Nueva Escuela Secundaria.
El
resto de la “revolución pedagógica” en curso, tiene que ver con
la falta de aulas y baños, y otras cosas secundarias por el estilo.
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