Según cuentan algunos
periodistas que trabajaron en el medio y otros que se dedicaron a estudiar el
caso, el modelo que se tomó fue el diario alemán Bild Zeitung. Es decir: muchas y grandes fotografías, fuertes titulares
gancheros, poco análisis y medido desarrollo de los informes; como se puede
juzgar, un periódico más parecido a Crónica
o Diario Popular que a su antípodas
dentro del universo de la prensa argentina, La
Opinión, de breve pero significativa vida, según se les enseña a los
estudiantes de Ciencias de la Comunicación y Periodismo, allá entre 1971 y
1975.
La mención es pertinente
porque como aquél, La Tarde -diario que suele ser menos citado en los manuales-
fue integralmente concebido por Jacobo Timerman. Al parecer fue pergeñado hacia
fines de 1975, en el verano se contrataron los empleados que fueron modelando y
perfeccionando los números cero, hasta que llegó a los quioscos la mañana del
16 de marzo de 1976. Las fechas bastan casi para evidenciar la orientación del
medio: dar cuenta del “caos” que se vivía en la Argentina y atestiguar lo que
ya se olfateaba, la caída estrepitosa del gobierno que comandaba, al menos
simbólicamente, Isabel Perón, y de ahí en más acompañar el llamado “Proceso de
Reorganización Nacional” comandado por la tripartita Junta Militar criolla.
Durante aquel período,
como se ha insistido infinitas veces, el conjunto de los medios nacionales
padeció diversas formas de control de sus contenidos, la censura y una explicable,
aunque a veces borrosa, autocensura A diferencia de ellos, La Tarde, en sus cuatro
meses de vida, fue propagandista directo de la dictadura militar, y a través
tanto de su portada como de sus artículos más relevantes buscó, sin mucho
disfraz, inclinar a la opinión pública en favor del gobierno que designó como
presidente al general Jorge Rafael Videla.
En su libro Timerman. El periodista que quiso ser parte
del poder (1923-1999) (Buenos Aires, Sudamericana, 2003), la investigadora Graciela Mochkofsky describe la labor realizada
durante la dictadura por “el periodismo” como el de su biografiado como una
vergüenza para la profesión, pero relata también algunas contradicciones, como
por ejemplo la decisión de publicar los habeas corpus de los detenidos desaparecidos
en la tapa de La Opinión a la vez que
defendía el plan económico y de “pacificación social” que impulsaba Videla, a
quien estimaba (a la manera del Partido Comunista) como un “dictablando”
potencialmente menos dañino que fascistas como el almirante Emilio Massera,
quien habría sido un clon rioplatense de Augusto Pinochet. De acuerdo con Mochkofsky el análisis del
vespertino La Tarde permite establecer a través de qué mañas “el Proceso
diagramó su modus-operandi sobre la prensa”.
Al igual que ocurrió
con La Opinión, el financista detrás
de La
Tarde fue el empresario David Graiver Gitnacht (1941-1976), aquel que
en 1973 había adquirido Papel Prensa. Cuando murió en
México el 6 de agosto de 1976 en un accidente de avión nunca aclarado, y al
mismo tiempo su familia era detenida, encarcelada y torturada con el argumento
de que era necesario desentrañar la multimillonaria relación económica que Graiver
tenía con la organización política Montoneros, Timerman advirtió que su
situación se complicaría. Así fue, poco después del cierre
de La
Tarde, el 15 de abril de 1977 él también fue detenido: la vocación “procesista”
del diario no lo salvó del secuestro y los tormentos. La terrible experiencia
fue testimoniada en su libro Preso sin
nombre, celda sin número (Buenos Aires, El Cid, 1982), que durante mucho
tiempo las organizaciones de derechos humanos de la Argentina y el mundo y los
partidos de izquierda que se reorganizaban en la resistencia difundieron el
libro como forma de denuncia del régimen atroz que se había apoderado del país.
El director de La
Tarde fue Héctor Marcos Timerman, hijo de Jacobo, que por ese entonces
recién había superado la veintena de edad y en la actualidad es el Ministro de
Relaciones Exteriores de la República Argentina.
El director periodístico
de La
Tarde fue Luis Clur, anteriormente fundador de los exitosos noticieros
televisivos Reporter Esso (1963) y Telenoche. “Clur reconoció en 1999 que
aun siendo oficialista, debían "ir a la Secretaría de Guerra a que revisaran
las páginas”, se puede leer en un recordatorio periodístico (“La Tarde, el diario procesista que dirigió
Héctor Timerman”, en Clarín, Buenos
Aires, 26 de marzo de 2010, http://edant.clarin.com/diario/2010/03/26/sociedad/s-02167360.htm).
Mucho tiempo después,
en el momento de su retiro, poco antes de su muerte en 2004, Clur memoraba en una entrevista para el diario Página 12 y frente a la pregunta acerca
de cómo habían sido aquellos años: “Yo estaba dirigiendo el diario La
Tarde, de la misma editorial de La
Opinión. El 16 de marzo sacamos el diario y el 24 cae Isabel de Perón. La
primera edición la hicimos bien. En la segunda tuvimos que ir a la Secretaría
de Guerra a que revisaran las páginas. Después seguí en La Opinión como jefe de redacción. Fue una época muy dura. Recuerdo
cuando nos asaltaron la redacción buscando a Heriberto Kahn, que tenía 29 años.
Había publicado en La Opinión el
lugar donde estaba la sede central de la Triple A, al lado de la Policía
Montada de Palermo. Heriberto hizo una crónica un sábado a la noche cuando
cerrábamos el diario. Mandamos el artículo al taller y el coordinador nos
pregunta: ‘¿Y esto dónde va?’. ‘Con eso cerramos el diario. Va de contratapa’,
le contestamos. ‘¿Lo van a publicar en serio?’, preguntó sorprendido”.
En noviembre de 2007, por su parte, Héctor Timerman concedió un reportaje para el diario Perfil en el que cuenta que en ese entonces casi no trabajó como
periodista aunque sí acepta que, como director de La Tarde le caben “las
responsabilidades por el contenido de las notas”. En esa entrevista Timerman se
justifica diciendo que era muy joven, por un lado, y por el otro recurre a la
generalización exculpatoria al asegurar que La Tarde recurría a “términos
no diferentes a los demás medios que no apoyaban ideológicamente a Videla”, y
que ésa era la única manera de que pudieran seguir funcionando.
La mención de aquellos
dichos es retomada en “El currículum hipócrita que reparte el canciller Héctor
Timerman” (Perfil, Buenos Aires, 25 de junio de
2010, http://www.perfil.com/contenidos/2010/06/25/noticia_0026.html), donde Darío
Gallo y Rodis Recalt cuentan que, entre otras omisiones, Timerman ha borrado de
su “foja de servicios” oficial aquel puesto de director (así como las columnas
que cada tanto escribía para la revista Noticias).
De cualquier modo, lo más interesante es que los periodistas acompañan su
artículo con una “galería de imágenes” que compilan una docena de reproducciones de las primeras planas de La
Tarde tomadas de la hemeroteca de la Legislatura de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires. La más sugestiva de ellas es la del viernes 2 de abril de
1976, que cubre la reunión que un grupo de periodistas tuvo con Jorge Rafael
Videla.
En
la foto se ve a Timerman (circulado) y debajo el epígrafe que reza: “(…) Señaló el presidente que existe entre
los hombres que integran la Junta Militar el ferviente deseo de concretar las
esperanzas que se han generado en el pueblo, a partir del 24 de marzo. El
general Videla ponderó la labor periodística y señaló su deseo de que los
medios de difusión formulen críticas cuando el gobierno incurra en desviaciones
de su propósito de gobierno”.
Fragmento traído de Graciela Mochkofsky, Timerman.
El periodista que quiso ser parte del poder (1923-1999), Buenos Aires, Sudamericana,
2003.
Timerman se consolidaba
como empresario. (…) abría una editorial, Timerman Editores”, que publicaría
libros de música, literatura, política y pintura (los imprimían las mismas
máquinas cuando descansaban del diario); lanzaba una revista, La Opinión Semanal, que reproducía los
textos más destacados de los publicados en el diario en la semana, para
aquellos lectores que no podían leerlo todos los días, y preparaba dos
lanzamientos espectaculares para 1976: el vespertino La Tarde, inspirado en el
alemán Bild Zeitung -muchas
fotografías, gran impacto, sensacionalismo-, que dirigiría su hijo Héctor, y un diario en
inglés, The New York Opinion…
En la primera noche
siguiente al golpe, el 24 de marzo de 1976, Videla había reunido a los
directores de medios en Casa de Gobierno. Timerman había ido con su hijo Héctor
y con Jara, en su condición de director del vespertino La Tarde, y habían
soportado de pie, estupefactos, junto a los demás directivos, el seco discurso
escolar de Videla, que les ordenaba someterse a unas nuevas reglas que no
enunciaría. Eso había sido todo: breve, despreciativo, el discurso de un
sargento a los nuevos cadetes. Videla les había informado, sí, que deberían
enviar los textos a una oficina de censura que actuaría en el Ministerio del
Interior, antes de su publicación. La oficina funcionó dos días, suficientes
para descubrir que era innecesaria: el nivel de autocensura era tal que no
había nada para corregir.
(…) La muerte de
Graiver puso fin, por falta de financiación, al experimento de La
Tarde, que Timerman había puesto bajo la dirección de su joven hijo
Héctor en marzo de 1976. Al morir Graiver, Héctor comunicó la noticia al editor
de La
Tarde, Luis Clur, junto con su consecuencia inmediata: el diario
dejaría de salir. Confundido, Clur le preguntó qué tenía que ver una cosa con
la otra. Héctor debió revelarle el secreto sobre el capitalista, que pronto
llegó a la redacción de La Opinión.
Casasbellas y Jara se asustaron: aunque habían escuchado de la participación de
Graiver como socio capitalista, Timerman les había asegurado que el diario era
propiedad de su familia. Decidieron presionarlo para que les dijera la verdad:
¿había sido el diario de Graiver? Timerman volvió a negarlo.
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