En una columna de
análisis que publica la periodista Silvia Naishtat en el diario Clarín , llamada “La reinvención de un instrumento”,
subraya la preocupación oficial por el alto índice de inflación y el imparable
aumento de los productos de la canasta básica familiar.
Entre las estrategias sugeridas
para frenar la estampida anota que “Roberto Frenkel, dedicado a estudiar estos
procesos, escribió que los efectos nocivos de la indexación pueden superarse
mediante una política antiinflacionaria que proponga ajustes menores que la
inflación pasada a cambio del compromiso gubernamental de menor inflación en el
futuro. ‘Eso es lo que hicieron con éxito, por ejemplo, Chile y Colombia en los
años noventa’, señaló”.
Si se lee bien se
concluye que, en realidad, de lo que se trata -como lo ya ocurrido pero todavía
está en curso en el territorio chileno, colombiano y en tantos otros lugares
del planeta- es que los trabajadores se
aguanten sus reclamos salariales y urgentes necesidades en función de una
promesa a cumplirse en algún futuro que se augura, un tanto brumosamente, más o
menos cercano.
Demasiado chamuyo
tecnocrático para terminar acercando como eficaz “herramienta económica” los
brillos seductores de un compromiso incierto. Semeja a esos vagos de Roberto
Arlt que repiten con invariable convencimiento: “Mañana, te juro que mañana
mismo le ponemos fecha al casorio…”.
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