Ya
ni mira las multicoloridas ilustraciones que el cañón lanza a repetición sobre
la pantalla improvisada en el aula. Antes que por los creativos vaivenes de los
maestros de la historia de la pintura, el estudiante ensoñado se deja llevar
por las palabras de la docente. Acompaña énfasis y pausas con apretadas
rítmicas al tubo de plástico que derrama su líquido blanco brilloso sobre el
brazo del banco escolar.
Crece
allí una araña. Un inmensa araña psicodélica que amenaza con derramar sobre el
mundo y ocuparlo de una vez y para siempre.
Al
parecer ningún efecto han provocado las repetidas arengas de preceptores y
rector que, probando diversas estrategias argumentativas, suelen enfatizar lo
mucho que les cuesta a los padres afrontar el costo de los útiles para que
después sus hijos los despilfarren de manera tan gratuita e inútil.
De
poco sirven las invocaciones morales frente a la incontenible inspiración
artística.
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