(Por María Luján Picabea. Ñ, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lunes 13 de abril de 2015)- “Cursé semiología hace muchos años en el CBC y el taller era imprescindible para la comprensión teórica de la materia y lo agradezco hasta hoy porque lo aplico a mi vida en general”. El testimonio es de los muchos que se recogen al pie de una carta al rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires, Alberto Barbieri, en la que los docentes exigen que se restituyan los Talleres de Lectura y Escritura en todas las sedes y cátedras de Semiología del CBC.
El reclamo sumaba, en pocos días, unas 3.000 firmas y la adhesión de docentes, investigadores, talleristas, alumnos y ex alumnos.
Estos talleres, como bien explicita la carta, surgieron desde la Secretaría de Extensión en el origen del Ciclo Básico en 1985; en 1990 se incorporan a las distintas sedes en el marco de la cátedra de Semiología de Elvira Arnoux, y desde 2001 todas las sedes contaban con 6 horas de dictado semanal.
Según cuentan los docentes, ya en 2014 los talleres empezaron a tener dificultades para impartirse, generalmente por falta de aulas, pero ahora, tras el reciente inicio del ciclo se ha anunciado el cierre de varios de ellos, aunque desde la Secretaría académica del CBC, a cargo de Miguel de Luca, se les ha dicho a los talleristas que se garantizaban los puestos de trabajo.
Cada vez que se habla de fracaso universitario se citan las enormes dificultades escriturarias y lectoras con las que los estudiantes salen del nivel medio y llegan a la universidad. Estos talleres, en el Ciclo Básico, lo que hacen es proveerles herramientas para la comprensión de los textos académicos y la producción de artículos propios.
“Con estos cierres se pierde un proyecto pedagógico monstruoso, Elvira Arnoux instaló estos talleres de escritura académica en toda América Latina”, observó la docente Sandra Sánchez, de la cátedra de Semiología del CBC en la sede Montes de Oca, de Barracas.
Tras una reunión con el secretario De Luca, Sánchez contó que se les trasmitió la decisión de abrir talleres optativos. “Esa modalidad en el CBC no funciona –observó la docente– porque no se anota nadie, porque los alumnos ni siquiera van a las clases de consulta, son chicos que tienen todos los tics del colegio”. Además, esa fue la modalidad con la que los talleres comenzaron a impartirse en sus inicios, pero pronto, al haber demostrado su efectividad (la experiencia fue replicada en otras universidades públicas y privadas), pasaron a ser obligatorios.
“Lo que tienen de valioso estos talleres es que manejan el criterio de inclusión, porque nuestros hijos pueden apelar a sus padres y a un amplio entorno en busca de ayuda si hay algo que no entienden o que no saben como encarar, pero qué pasa con el chico que viene de un hogar con menos posibilidades, con un vocabulario reducido... Esos chicos son los que luego nos agradecen que les hayamos enseñado a escribir”, enfatizó Sánchez.
Los textos académicos, con registros formales, muchas veces opacos, son el primer escollo con el que tropiezan los estudiantes al inicio de sus carreras de grado y, para muchos, resultan una puerta infranqueable, de modo que la guía de profesores formados, justamente, para la enseñanza de la lectura y escritura universitarias, resulta no sólo necesaria, sino imprescindible.
El miércoles por la mañana las aulas de la sede de Ramos Mejía del CBC estaban colmadas de estudiantes, pero no se halló en su oficina del tercer piso al secretario académico. Horas más tarde, por intermedio de otra persona, comunicó que el tema debía ser tratado directamente con la secretaria Académica de la Universidad, la licenciada Catalina Nosiglia, quien no respondió los llamados.
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