(Por Daniel Link. Perfil, sábado 11 de abril de 2015)- La Universidad de Buenos Aires está muy lejos de aquella que conocimos quienes comenzamos a trabajar en ella durante la década del 80. Lo que entonces era una apertura hacia el mundo y un proceso de imaginación que escandalizaba a los sectores más conservadores, hoy se ha convertido en una lucha despiadada por puestos de trabajo mal pagados. Lo que entonces pasaba por la constitución de equipos de trabajo con objetivos a largo plazo fundados tanto en imperativos epistemológicos como éticos, hoy se ha convertido en el atrincheramiento en posiciones individuales como respuesta autista a la crisis política que vivimos desde hace más de diez años.
El Sr. Barbieri, novísimo rector de la Universidad de Buenos Aires, lanzó, como primera medida de su gestión, una reformulación del Ciclo Básico Común creado por el Sr. Francisco Delich, rector normalizador de la UBA entre 1983 y 1986. En la práctica, lo que ha sucedido es que, al comienzo del ciclo lectivo, se suprimieron los Talleres de Lectura y Escritura que funcionaban en el contexto de la pedagogía de la cátedra de Semiología que, desde su invención, fue la formadora de varias generaciones de docentes-investigadores.
Los talleres son vitales para garantizar la democratización de determinadas habilidades necesarias para la vida universitaria que los alumnos emprenden al comenzar sus estudios y que la escuela media no brinda parejamente.
Para llevar a cabo esa supresión, las autoridades promovieron (sin que mediara concurso alguno y, en algunos casos, con convocatorias a concursos paralizadas desde hace décadas) a algunos docentes que aceptaron, a cambio de esa promoción miserable, la renuncia a intervenir en los desequilibrios formativos heredados de la escuela media. Así de vil es la lógica de funcionamiento actual de la UBA: se renuncia a la pedagogía por cargos entendidos como moneda de cambio en un universo de cálculo egoísta.
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