lunes, 18 de octubre de 2010

Panthalassa. La música de Miles Davis entre 1969 y 1974 según Bill Laswell

Hay algo en la acción de cortar-y-pegar que nos retrotrae a los descubrimientos, los juegos y los entusiasmos maniáticos de la primera infancia y por eso carga una fascinación que no nos abandonará en toda la vida. Ya se trate de papeles glacé para armar algún collage brumoso, maderas que buscan convertirse en banquito o estante,  o de cintas musicales, da lo mismo. Claro que algunos encaran la tarea con mayor pericia y utilizan materiales más “nobles” que otros. Así lo hizo el bajista, compositor y productor Bill Laswell en su particular homenaje a un período de la música de Miles Davis.


¿Es una forma de blasfemia creativa alterar no sólo la secuencia, sino el sonido original de obras clásicas?, se preguntaron algunos críticos frente a los resultados. Quizás. Lo concreto es que el gran “maestro mezclador” Bill Laswell encaró un inquietante trabajo sin lugar a dudas en su “reconstrucción” de Miles Davis. Del Davis del período eléctrico, más precisamente, el de los inicios del jazz-rock y el acid jazz que Laswell hizo mutar en 1998. 
Laswell armó su labor sobre las pistas originales que fueron sometidas a la edición creativa de Teo Macero. Así, Panthalassa quedó dividida en cuatro secciones más o menos, y gracias al corta-pega ofrece una continua hora de duración remezclada a partir del leit motiv de la mágica trompeta de Davis.
Son 15 minutos para “In a Silent Way”,  16 minutos para “On the corner”…, en fin, Laswell se pasea por ellas eliminando las secciones rítmicas, poniendo en primer plano los instrumentos ocultos, añadiendo toques electrónicos, resonancias folklóricas de la India, ruido de aviones, pausas, aceleraciones... Un productor devenido dios, un paisaje sonoro alterado, Laswell intentó evocar con precisión, dicen los especialistas,  el desesperado estado de ánimo con que Davis estaba estudiando las partituras de su renovación estética antes de jubilarse en 1975.
Es Miles Davis capitaneando a sus músicos, y no lo es. Allí está la magia. ¿Hay en el resultado algo de direccionamiento excesivamente pulido y ambient? Hummm.

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