Por su
influencia, la economía china hace palidecer al resto del mundo, quizás con la
excepción de los Estados Unidos, tal vez no. La afirmación es de sentido común
y como tal la replican tanto los estudiantes de su clase como sus colegas en la
sala de profesores. Sin embargo, explica ahora como para torcer el asunto con ánimo iconoclasta y para darle un poco más de sabor a sus palabras, en cuanto a transparencia China sigue siendo sin lugar a dudas un mercado emergente, con políticas
turbias, datos poco confiables y un opaco proceso de toma de decisiones.
Se
trata de una razón importante por la que su reciente desaceleración ha
producido tanta agitación y temor, continúa su explicación.
Ahora
anota alguna cifra en el pizarrón. Sostiene que, en general, los economistas
dudan de que el país asiático haya crecido un 7 por ciento en el segundo
trimestre de este año, como indican las estadísticas oficiales. Citando otros
datos, como los de generación de energía y tráfico de pasajeros, algunos dicen
que la tasa de expansión podría ser la mitad o menos.
En Londres, por ejemplo,
los especialistas de Capital Economics analizaron la
actividad de carga, electricidad, desarrollo de propiedades, transporte de
pasajeros y envíos por mar, y concluyeron que la economía china se expandió a un ritmo mucho más lento en el segundo trimestre que lo reportado por el gobierno.
Lombard Street Research, otra firma de investigación de Londres, usa un enfoque que incluye una medida diferente de
inflación, y su resultado es una tasa de crecimiento de
3,7%, la mitad de la oficial.
Los analistas han tratado
de eludir fallas y agujeros en los datos. Los que están en el sector inmobiliario visitan proyectos de viviendas para
contar los medidores de gas y así tener una idea de cuántos apartamentos están ocupados. Los
comerciantes de acero intercambian datos con sus competidores sobre el acero en
los depósitos. En fin, se trata de distinguir
interesadas y publicitadas ficciones de la realidad.
La falta de información es más problemática cuando puede ocultar aspectos importantes de la economía, es una de las conclusiones que el profesor subraya para cerrar
su clase. ¿Alguna otra?, pregunta. “Sí”, dice un estudiante, “el gobierno chino también cuenta con su propio
Indec”.
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