Envolver lo viejo con
lustroso empaque satinado, en eso consiste todo el arte de la
propaganda política; tal la conclusión obligada que en este
instante asoma en su cabeza. El papel de regalo y cruzar los dedos
para que la memoria de la población siga siendo frágil. Para
confirmarlo, piensa mientras apura el café,
basta con detenerse en toda esa gente que ve desde la ventana el bar,
mientras arriba, en la pantalla del televisor colgado sobre el
mostrador, los candidatos se emperifollan para desfilar frente a
cámaras y micrófonos.
Allá afuera, por las
calles platenses, hay otro desfile, más urgente. Los padres,
maestros, directivos y alumnos de más de veinte escuelas vuelven a
movilizarse para reclamar por cuestiones de infraestructura que
amargan las clases diarias. Docentes, estudiantes y auxiliares se
unen otra vez para pedir por edificios propios, ampliación de las
sedes, reparaciones y en algunos casos también incluyen reclamos por
la ampliación del servicio de comedor.
Desde la gobernación, a
la hora del apriete, no paran de tirar cifras: que se avanzó en el
veinte por ciento de las obras que fueron oportunamente pautadas, o
el treinta, o el cuarenta, o el sesenta... Los manifestantes, por su
parte, cargan con la convicción de que, pese a las muchas promesas,
las autoridades no han hecho prácticamente nada. Y que va a ser peor
en la medida en que se acercan las elecciones. ¿Quién mierda va a
acordarse de ellos a la hora de revolear presupuestos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario