Al igual que los hospitales saturados y con personal insuficiente para asumir el reto masivo de la pandemia, la educación nacional es otro de los sectores que se vio acorralado en una situación a menudo extrema. Profesores insuficientes, medidas tomadas a ojo, cambiantes y sin perspectiva, protocolos sanitarios aproximativos, locales inadaptados, falta de material preventivo (máscaras específicas como las FFP2) y, sobre todo, una estrategia gubernamental que consistió en volcar todo el peso de la crisis sanitaria en el cuerpo educativo desembocaron en la huelga de este jueves 13 de enero. Según los sindicatos, el paro fue seguido por 75% del personal y, de acuerdo a las cifras oficiales, la huelga sólo la acató un 38%.
En la calle había la misma bronca contra el presidente Emmanuel Macron y su ministro de Educación Nacional, Jean-Michel Blanquier, más dedicado a instalar una pelea ideológica contra los sectores progresistas de los bachillerados y universidades que a tomar en cuenta la situación critica de la educación. En las calles, los profesores se referían a la frase que el jefe del Estado francés dijo en el diario Le Parisien la semana pasada cuando expresó su deseo de “joder a los no vacunados”. Una profesora de matemáticas decía:” hemos parado y venido hoy a joder al presidente”. Jean Michel, un profesor de historia, decía: nos maltratan, a nosotros, a los alumnos y a los padres. Nos han tomado como el juguete pobre del sistema y nos arrojan a las fauces de la pandemia para que nos arreglemos como podamos”. Uno de sus acompañantes denunciaba “la distancia entre los discursos de nuestro ministro y la pobre realidad en la que vivimos: salarios de miseria, no tenemos ni gel, ni purificadores de aire y ni siquiera máscaras FFP2 nos dan. Cada día, cuando regresamos a casa, lavamos la misma máscara de tela para volver a usarla en el curso de mañana. Esto no es la Educación Nacional sino la miseria nacional”.
El informe completo de Eduardo Febbro puede leerse aquí.
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