Según un informe de NUS Consulting, las universidades
británicas obtuvieron alrededor de 2.500 millones de dólares durante el año
pasado y esto solo a través de las residencias, que succionan casi el 80% del
préstamo estudiantil. Sin embargo, no se invirtió una sola libra en protocolos
o en la contratación de más docentes para fraccionar la cantidad de estudiantes
por curso. Tampoco se garantizó una asistencia psicológica gratuita por
contexto de encierro o herramientas tecnológicas y de conectividad.
Hasta el momento
hablaron pocas universidades y se limitaron a anunciar “que los estudiantes
pueden interrumpir su contrato de alojamiento sin una sanción financiera” (The Guardian,
6/12). La preservación de sus ganancias en detrimento de la educación y la salud
de toda la comunidad no tienen disimulo.
A mediados de julio,
los estudiantes de la Universidad de Manchester se dieron a la lucha y
festejaron la reducción matricular del 30% mientras el campus esté cerrado.
Tras su retorno en noviembre, además de este panorama, se encontraron que el
único protocolo era vallar todo el campus y ofrecer una única entrada-salida
controlada por la policía. Los estudiantes se organizaron para derribarlas
cuando, sin previo aviso ni palabra mediante, la policía detuvo a un estudiante
afrodescendiente alegando que “portaba la apariencia de quienes trafican
drogas” (ídem, 28/10). Esto caldeó aún más la situación: en cuestión de días,
el boicot de matrículas saltó de 300 a más de 1.000 estudiantes, que también
exigen la renuncia de los rectores Keith Brown y Nancy Rothwell por militarizar
la universidad.
Por otro lado, cuando
comenzó la cuarentena, la Universidad de Bristol cerró su campus y expulsó a
todos los residentes con un aviso horas antes, prometiendo que enviarían
bolsones de comida y otorgarían asistencia psicológica gratuita. La asistencia
nunca llegó y los bolsones contenían escasos productos de limpieza y maníes (Epigram, 20/10). A mediados de octubre,
la reapertura se dio en las mismas condiciones que en Manchester, con lo cual
otro más de mil estudiantes concertaron el boicot a las matrículas y no
aceptaron la reducción del 30% hasta enero (ídem, 3/12).
El artículo completo
que firma Álvaro Chust puede leerse
aquí.
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