La ministra asume una
actitud clasista, que ubica a lxs docentes y estudiantes del Magisterio en el
lugar de “fracasados”. Desnuda en su lógica toda una mirada de carrera
meritocrática y tecnócrata, en la que lxs estudiantes que no pueden llegar a la
cima de la universidad “terminan” cayendo en los profesorados.
Lo que hace la ministra
es un brutal ataque a toda la educación pública, promoviendo políticas de
delatores y persecución como mecanismos de disciplinamientos, “usando” a lxs
padres intentando quebrar a las comunidades educativas, en una clara postura antidemocrática.
Su ataque al
pensamiento crítico -pilar de la educación-, y a los sectores de izquierda,
denota un posicionamiento político de un modelo docente como mero reproductor
de las ideologías meritocráticas y tecnocráticas de las clases dominantes.
Ubica al docente como un proveedor de contenidos, un transmisor, para
garantizar los mecanismos de dominación de los sectores de privilegio.
Estigmatiza a lxs
docentes, estigmatiza a lxs estudiantes de lxs profesorados, pero sobre todo
estigmatiza a la educación pública en su totalidad. Y lo hace con un desprecio
absoluto.
Quienes abrazamos el
oficio de enseñar con un compromiso pedagógico y democrático, en post de una
mejor educación pública, apostamos al trabajo en conjunto con las comunidades
educativas en la formación de una educación asociada a los valores de la ética,
de la democracia, y de la solidaridad.
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