A
él le tocó en suerte ser el primero que leyó el mensaje, por pura casualidad,
porque estaba ahí antes que otros. Así se convirtió en testigo privilegiado de
la carta que el cuerpo de delegados de la Línea 60 envió al Centro de
Estudiantes de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En ella
agradecen porque “gracias a todas sus colaboraciones podemos afrontar el
conflicto que nos genera esta patronal negrera”, y agregan: “les hacemos saber
que frente a cualquier conflicto en que se encuentren trabajadores o
estudiantes estaremos ahí brindando todo nuestro apoyo y solidaridad”. Ocurre
que el centro se ha hecho presente desde el primer momento, junto a la
Federación Universitaria de Buenos Aires, en la lucha de los laburantes por su
reincorporación.
De
golpe toda esa bronca que lo atraviesa cada vez que algún periodista o
funcionario les pide irónicamente que “vuelvan a estudiar”; o cuando replican
de manera burda el sentido común conservador y demagógico con chicanas del tipo
“qué tienen que hacer los estudiantes porteños en un corte de la Panamericana
bonaerense en plena madrugada”, todo ese parloteo machacón se ha disipado como
una bruma mala. Se siente pleno, la cara roja, la respiración fuerte.
Cuando,
un rato más tarde, le cuenta a su novia,
lo hace con timidez, con miedo a que ella lo tome por fanfarrón, un porteño exagerado.
“No seas boludo -le dice la chica-, ¿cómo no vas a sentirte orgulloso?”
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