Un
diputado se refirió a la huida como la crónica de una renuncia
anunciada y un papelón. Lo cierto es que Claudia Peirano debió
dejar la Subsecretaría de Educación de Chile antes de asumir. Pese
a que se trata de un sector estratégico y de gran sensibilidad en la
piel del pueblo la triunfante Michelle Bachelet no entré con el pie
derecho en el territorio educativo.
Ni
bien se difundió el apellido rápidamente los representantes
estudiantiles sin gran esfuerzo hicieron memoria y recordaron que la
Peirano había realizado en un pasado bien reciente declaraciones y
hasta había firmado algún escrito público en los que se
pronunciaba contra la gratuidad de la educación, en particular la
universitaria.
La
moraleja del affaire de la renunciada fue estampada en lugares
destacados de la prensa escrita trasandina: triunfaron los
estudiantes. Pero la proporción de tal victoria fue de inmediato
relativizada por los propios dirigentes y activistas universitarios.
En primer lugar porque queda claro que el camino por marchar es largo
si lo que se busca como destino es una educación rescatada del
lucro; en segundo lugar porque los cantos de sirenas de la
concertación centroizquierdista antes de empezar ya empiezan a
transformarse en graznidos.
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