Es una noble tradición
anglosajona -casi como la caza del pobre zorro colorado- que las grandes entidades financieras con
privilegiado asiento en los Estados Unidos y el Reino Unido visiten los más
calificados centros universitarios de sus respectivos países y del resto del
mundo. Al igual que los zombies hambrientos, buscan cerebros frescos. En esas recorridas
presentan sus actividades y convidan a los interesados en trabajar para, por
ejemplo, Goldman Sachs, JP Morgan, Morgan Stanley o el Citigroup, a que envíen sus
currículos. Quienes saltan el obstáculo de la primera selección tendrán luego
que afrontar dos entrevistas, amén de otros requerimientos, hasta llegar al
Olimpo yupie. Últimamente las cosas no son tan glamorosas como se muestran en las
películas y series hollywoodenses; sucede que se multiplican los recortes del
presupuesto para becarios, que vienen creciendo geométricamente desde por lo
menos 2008. Pero convengamos en que las condiciones laborales siguen siendo
tentadoras.
Pues bien, los “paseos de reclutamiento” diagramados para
distintas universidades de elite han debido ser pospuestos luego de que los manifestantes
interrumpieran estos intentos tempranos de cultivo de profesionales jóvenes y
de gran talento certificado por los mejores promedios.
Los reclutadores no
quieren afrontar la mala propaganda que supone enfrentar en claustros y
pasillos a encendidos activistas estudiantiles que les piden a los más capacitados
expertos en economía que les expliquen cuál es la racionalidad económica que determina
que los millones de dólares sigan fluyendo hacia el rescate de los bancos y el
mercado de acciones, mientras otros muchos millones, los habitantes de los
otrora todopoderosos países del Norte, se quedan sin casa, sin escuela y sin
comida.
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