Estos datos, que parece
que hemos comenzado a naturalizar como fríos números, representan a padres,
madres, abuelas y abuelos, amigos y amigas, hijos e hijas, personas que la
pandemia va matando. Y esto incluye a los menores de 20 años.
En Argentina el se
llevan contabilizados 56.064 casos confirmados de COVID-19 en menores de 18
años -siendo 13.697 de menores de 5 años, 11.857 de niñes entre 5 y 9 años y
31.160 entre 15 y 19 años, según datos del Ministerio de Salud Nacional. 52 de
esos chicos y chicas murieron.
Pero sin importar el
número de muertos y contagiados, sin importar el riesgo para la salud y la vida
de miles estudiantes y sus familias, los gobiernos profundizan su política
aperturista respondiendo a las presiones empresariales y el lobby mediático.
Está claro que, a diferencia de los discursos que planteaban la prioridad de la
salud de la población frente al lucro y al interés por las ganancias, hoy,
nuestras vidas, las de nuestra familia, y de toda la comunidad, no son lo más
importantes.
Como venimos
sosteniendo en base a los informes de organismos como la Organización
Panamericana de la Salud y como lo demuestran los resultados de las
experiencias negativas que ha tenido la apertura de escuelas en Francia,
España, Israel (3 países en los que se han vuelto a cerrar las escuelas por la
disparada de casos que generó), Estados Unidos, o en provincias como San Juan,
no se debe volver a la escuela presencial hasta que deje de haber circulación
comunitaria del virus.
Lo contrario implica
una multiplicación de casos que los ya colapsados sistemas de salud no podrían
soportar, generando un incremento en la cantidad de muertos.
Los y las docentes,
directivos, supervisores, quienes sí nos preocupamos y ocupamos cotidianamente
no sólo por el aprendizaje sino por la salud y las vidas de nuestres
estudiantes y sus familias, sostenemos que en este contexto no podemos de
ninguna manera volver a las actividades presenciales. No podemos correr el
riesgo de perder la vida de nadie. No hay lugar para el juego de la prueba y el
error con nuestros pibes y pibas, con nosotres y nuestras familias.
¿Podemos quedarnos de
brazos cruzados mientras nos dicen que hay que ver cómo evoluciona? ¿Por qué
son siempre las vidas de los más pobres las que se ponen en juego? Las de
quienes no podrán ir a clínicas privadas, las de quienes no pueden tener
alimentación suficiente para fortalecer su sistema inmunológico, las quienes
vienen con cuerpos ya deteriorados por la miseria que no resistirán el impacto
del virus. No podemos permitirlo.
Desde Ademys (Asociación de los Docentes de
Enseñanza Media y Superior) rechazamos la política aperturista de escuelas
de Trotta y Acuña. Seguimos insistiendo en que haya dispositivos y conectividad
gratuita para todos y todas.
Mientras siga la
pandemia, mientras siga habiendo circulación comunitaria del virus, no volvemos
a la escuela presencial ni a ningún tipo de actividad presencial.
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