De
pronto lee en el informe sobre las universidades latinoamericanas que
un compañero de trabajo le pasó el apartado referido a México.
Allí dice acerca de la Universidad Nacional Autónoma de México, la
famosa UNAM: “Hay que agregar a lo anterior que los ayudantes y
profesores de asignatura no tienen ninguna estabilidad en el trabajo.
Cada semestre firman un contrato que únicamente cubre los cursos que
imparten en ese semestre y no cuentan con ninguna garantía de que
tendrán cursos el siguiente semestre, ni de que les mantendrá al
menos el mismo número de horas que ya estaban impartiendo. La UNAM
no se compromete a nada con los profesores de asignatura que trabajen
bien, que cumplan con responsabilidad, que preparen clases, en
resumen, que sean buenos maestros. Para colmo, las posibilidades de
acceder a una plaza de tiempo completo son muy limitadas porque se
abren pocas plazas y los concursos no son transparentes”.
Después,
mientras chupa la bombilla del mate, piensa: ¿por qué ellos allá y
yo acá? ¿Yo acá, en la UBA y ellos allá, en la UNAM? Somos lo
mismo. O mejor, ellos son mi otro. Algún profesor universitario
mexicano que vive en el DF mi misma vida es mi doble, murmura
riéndose al tiempo que esboza la materia posible de un relato
fantástico-académico en homenaje a Julio Cortázar en su cumpleaños
número cien. Un cuento que, por supuesto, nunca escribirá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario