El
tema derivó de las discusiones acerca de la ciencia. Llegó un punto en que le
pareció interesante que sus alumnos advirtieran hasta qué punto ya no se puede
sostener la imagen de una suerte de científico curioso y apasionado por el
conocimiento puro, que anda por el mundo y el universo hasta que la antorcha de
la razón se digna a iluminar un nuevo gran descubrimiento. De manera mucho
menos poética, es la tecnología aplicada la que, en definitiva, y por razones
muy simples de explicar como lo es la montaña de dinero que se necesita para
cualquier investigación más o menos sofisticada, la que apunta con el dedo el
camino a seguir que, casualmente, suele coincidir con el que ofrece la mayor
rentabilidad y en forma rápida.
El
ejemplo al que fueron a parar resultó la informática. Él argumentó que el mundo
tecnológico detrás de las computadoras e internet, ése que nos facilita la
vida, acelera cualquier búsqueda, es barato y no llena innecesariamente estantes
y estantes, además de que posibilita poner en contacto inmediato culturas
distintas, al final del sendero, como se acaba de descubrir, en lugar de
fomentar el intercambio democrático terminó revelándose como una gigantesca e
infinita red de espionaje de los gobiernos y corporaciones más poderosos. Todos
coincidieron en que Julian Assange, Bradley Manning y Edward Snowden son
verdaderos héroes contemporáneos.
A
la clase siguiente les llevó un artículo periodístico recién aparecido que
vuelva las últimas revelaciones de Snowden. Allí se demuestra que el espionaje
de Estados Unidos se amplió a los usuarios de video juegos en todo el mundo y
que espías norteamericanos y de Gran Bretaña fueron contratados para buscar
informantes o sospechosos de terrorismo entre los millones de usuarios de video
juegos como el reputado World of Warcraft.
Mientras lee observa de costado como cada vez son más los jóvenes que sentados
en sus bancos se agarran las cabezas con las manos.
“¡Bárbaros!”,
dice para desatar la risa general antes del timbre el petiso que se sienta en
el último banco, “¡La play station no se mancha!”.
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