Pamela Brown es
estudiante de doctorado en sociología en la universidad New School de los
Estados Unidos; desde allí colaboró en el lanzamiento de la campaña contra la deuda
estudiantil organizada por el movimiento llamado Occupy y se convirtió en una de sus activistas más conocidos. Su
teléfono hace días que no para de sonar, afectados y periodistas quieren saber
su opinión sobre lo que acaba de suceder.
Ocurre que el Congreso norteamericano falló a la hora de lograr un acuerdo y también se cayó antes del plazo la propuesta de la senadora demócrata Elizabeth Warren para reducir las tasas de interés de préstamos estudiantiles a 0,75 por ciento, que es el mismo porcentaje que tienen los grandes bancos para préstamos del Estado.
Ocurre que el Congreso norteamericano falló a la hora de lograr un acuerdo y también se cayó antes del plazo la propuesta de la senadora demócrata Elizabeth Warren para reducir las tasas de interés de préstamos estudiantiles a 0,75 por ciento, que es el mismo porcentaje que tienen los grandes bancos para préstamos del Estado.
En cuestión de
minutos, pues, la tasa de interés para los préstamos estudiantiles subsidiados
se multiplicó por dos. Los legisladores todavía tendrán la posibilidad de llegar a un acuerdo
antes del inicio del próximo año académico, pero decidan lo que decidan la incidencia
será muy poca frente al crecimiento de la enorme crisis de la deuda estudiantil
de los estadounidenses. Una deuda que se ha cuadruplicado en las últimas décadas
y ya roza la asombrosa cifra de 1 billón de dólares.
La tasa de
interés para los préstamos estudiantiles subsidiados se ha duplicado, acaba de saltar
de 3,4 a
6,8 por ciento, y al toque la
Oficina de Presupuesto del Congreso yanqui pronosticó una
ganancia de 50.6 mil millones de dólares provenientes de los estudiantes que
paguen su deuda universitaria. Los indignados
estudiantes universitarios tienen razones más que suficientes para estar hoy doblemente indignados.
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