Un grupo
organizado de padres, abuelos y activistas a favor de la educación pública
superaron los veinte días de una huelga de hambre que iniciaron para salvar la
Dyett High School, la única escuela secundaria pública de inscripción abierta
que queda en la comunidad de Bronzeville, en la popular ciudad de Chicago.
Quienes apoyaban la medida, y desfilaron con grandes carteles que portaban
consignas en un inglés bien cercano a los rioplatenses, afirmaron frente a los periodistas que antes
de anunciar los planes de cierre, las autoridades de la ciudad hacía años que
habían abandonado el colegio a su suerte, o sea que fueron los brutales
recortes presupuestarios, más o menos camuflados, los que determinaron la
actual situación de catástrofe.
Durante
el gobierno de Rahm Emanuel, el alcalde y ex jefe de gabinete de Barack Obama, explicaban
los volantes que se repartieron en la ocasión, Chicago clausuró cincuenta
escuelas en barrios predominantemente afroestadounidenses y latinos, como parte
de lo que se denuncia como un impulso hacia la privatización de la educación.
Mientras
tanto, los mandamás de la educación francesa acaban de restituir el dictado
obligatorio -uno por día, como una píldora de penicilina- para conjurar los
males en el aprendizaje de la lengua que exhiben los estudiantes galos.
Los comentaristas de los
medios comerciales que machacan el sentido común, y de continuo se
preguntan por escrito, al aire y de cara a la cámara con qué economía se debería referenciar la Argentina,
con aquellas que no logran salir del atraso y se hunden en la inflación o con la de las naciones
desarrolladas, no terminan nunca de dejar en claro modelo de qué son las naciones modelo.
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