La idea era hoy empezar
con el Facundo a través de un contexto general de la
formación de la nación argentina allá por el siglo diecinueve.
Pero resulta que se topó esta mañana con esas fotos, las que
ilustran el depósito pergeñado por la empresa Lear para impedir el
contacto de los sindicalistas rebeldes con el resto de sus
compañeros.
La noticia informa que la
fábrica venía desoyendo la intimación judicial desde hacía más
de un mes. Se trata de delegados elegidos libremente por el resto de
los trabajadores y entonces, aunque el Ministerio de Trabajo y los
burócratas sindicales del SMATA comploten, lo cierto es que la
justicia determinó que no podían pasarse por arriba así como así
los fueros que surgen de la representación genuina. Por lo tanto no
podían ser despedidos ni denegada su entrada al establecimiento.
Así que después de
múltiples excusas y dilaciones, y de las protestas heroicas con
plantones masivos en la Panamericana soportando la carga de las
huestes de Sergio Berni, Lear debió permitirles el acceso. Lo hizo
de manera curiosa: confinándolos durante las horas de su turno
diario a una prisión de plástico de tres metros de lado, para
asegurarse de que los infectados no entraran en contacto con el resto
y produjeran el contagio.
Hace poco les llegó al
colegio un material oficial que, a trazo grueso, describe los logros
que supone la recuperación de la “cultura del trabajo” después
de la crisis del 2001. Esta semana, desde el libro de Domingo
Sarmiento, debería perorar sobre la dicotomía entre “bárbaros y
civilizados” en el momento de fundación de la Argentina. Pero la
pregunta es cómo hace, de cara a una jaula para obreros en el
interior de la filial local de una empresa estadounidense, que
aparece fotografiada en la primera página de un periódico nacional
sin que el gobierno patrio diga ni mu, cómo hace para hablar de la
barbarie en términos de hecho del pasado.
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