(Por Diego Rojas. Plazademayo.com, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, enero de 2014)- “Estábamos realizando una asamblea en la obra de Gorriti 560, en el centro de Lomas de Zamora, ya que los obreros habían decidido afiliarse a nuestro sindicato, cuando me avisaron que afuera nos estaba esperando una patota. Cuando pude ver, eran como cien personas reclutadas por la UOCRA”. Así relata Víctor Grossi el ataque violento que sufrieron dirigentes del gremio de la construcción SITRAIC -opositor al presidido por Gerardo Martínez, el sindicalista kirchnerista que revistiera como servicio de inteligencia bajo la dictadura-. Mientras el país asistía a una escalada devaluatoria, las huestes del oficialismo gremial recurrían una vez más al método de las patotas para acallar a los trabajadores organizados en el clasismo.
“Habían reclutado a esas cien personas entre las obras de la zona, pero el grupo activo de la patota sería de 25 tipos -continúa Grossi, secretario general de SITRAIC, que recibió reconocimiento como entidad gremial de primer grado, hecho que la habilita a afiliar, negociar con patronales, tener obra social, pero no participar en las paritarias generales de los obreros de la construcción-. Cuando pudimos salir comenzó el ataque. Nos golpearon, pero pudimos llegar al auto, a pesar de que le habían roto la cabeza de un palazo a Cristian Bustos, también de nuestro sindicato. Salimos a toda velocidad, pero nos destrozaron el vehículo”.
“Se vino toda esta gente encima de nosotros. Me pegaron en la cabeza, golpes de puño y patadas. Me pagaron tres barretazos en la cabeza y me produjeron cortes profundos. A mi hermano Hugo le bajaron tres dientes”, cuenta el obrero Cristian Bustos, quien se encuentra de licencia en la obra en la que revestía servicios debido al tiempo que demanda la recuperación de las heridas. Bustos recibió 14 puntos en la cabeza para parar el sangrado producido por la herida.
No es la primera vez que patotas de la UOCRA atacan a miembros del SITRAIC -una práctica que es recurrente-, ni mucho menos la primera vez que el sindicato de Martínez usa patotas para amedentrar opositores. Por el contrario, se trata de un método. El gremio de Martínez, que revistiera en el Batallón 601 de espías de la dictadura bajo el alias de “César Mansilla”, usa la violencia física para acallar voces disidentes dentro de su gremio así como para atacar opositores al kirchnerismo, como pudo comprobar cuando atacaron a docentes neuquinos en lucha o cuando en Río Negro atacaron a manifestantes ambientalistas.
El SITRAIC, organización gremial que reivindica el clasismo y que fue protagonista de las movilizaciones obreras por aumento salarial de fin de año, tiene su centro de operaciones en toda la zona sur del conurbano, donde afilió a miles de trabajadores de la construcción, y se encuentra en un proceso de expansión a otras provincias. Quizás esa sea la clave del encono de las patotas del kirchnerista Gerardo Martínez, quien goza del favor especial de la presidenta Cristina Fernández, contra una entidad gremial que le disputa la base a la UOCRA. Este último ataque violento debería convertirse en una llamada de atención cuando las paritarias salariales que se realizarán en medio de la devaluación de la moneda se convertirán en un hecho político fundamental de la coyuntura.
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